Sin miedo al ridículo

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LA FERIA/Sr. López


A tía Queta la quería todo mundo. Era viejita, siempre soltera, simpática y tontita. Opinaba de todo y no atinaba en nada; cuando alguien la contradecía, siempre contestaba: -Muy tu opinión y muy la mía –pero no oía razones.

El viernes pasado la Presidenta de la república, en su madrugadora, metió la pata, se le salió. La cosa es que dijo… no, vamos por partes:

Ese día se cumplió el primer año del primer caso de ridículo continuo de nuestro gobierno federal. Un año haciendo el ridículo y contando. Ridículo continuo a diferencia de los ridículos aislados en que ha incurrido, mucho, el gobierno que vino a transformar a México… y sí lo transformó, digo, ya no lo reconoce uno.

El asunto es que el viernes pasado fue el primer aniversario de que se supo que estaban en custodia de las autoridades de los EUA, el Mayo Zambada y el Chapito, Joaquín Guzmán López, ambos, muy importantes criminales del inmenso Cartel de Sinaloa, tan importantes que la noticia fue como una bomba aquí y en el mundo.

El Señor de los Abrazos, entonces todavía arrimado en Palacio Nacional (no es insulto, arrimado según el diccionario es el que vive en casa ajena, a costa de su dueño, que en este caso somos todos nosotros los del peladaje), él salió en la mañanera del día siguiente, a dejar muy en claro que no participó su gobierno en la captura y a pedir que el vecino le dijera qué hizo: “Estamos esperando informes del gobierno de Estados Unidos para que no haya especulación”… y empezó el ridículo. El ridículo de un gobierno que no sabe qué pasa en su territorio.

El ridículo continuó todas las demás veces en que el que NO vive en Palenque, volvió a pedir lo mismo a los EUA sin recibir respuesta.

Ya siendo Presidenta la señora del bastón de palo, el 29 de octubre de 2024, el embajador yanqui en México, Ken Salazar, se mostró sorprendido porque la Fiscalía de México, pidiera explicaciones al gobierno de su país sobre la captura del Mayo Zambada, cuando debería ser “celebrado” como un éxito por ambos países.

A la mañana siguiente en su gustada madrugadora, doña Sheinbaum acusó recibo de la declaración de don Ken y dijo: “En general, cuando hablamos del respeto a los derechos humanos, el estado de derecho, la soberanía, es decir, la manera en que haces las cosas también tiene fondo, no solo es el fin. Es parte de lo que estamos planteando”. Y subrayó: “el fin no justifica los medios”. ¡Mire usted nomás!… doña Bastón de Palo, haciendo una paráfrasis de Maquiavelo.

Pero doña Segundo Piso equivocándose. Eso de que el fin no justifica los medios no vale para un jefe de Estado. En cosas de gobierno es al revés: el fin justifica los medios, cuando el objetivo aparte de ético es importante o crucial para la nación que se gobierna.

Si le interesa a la Presidenta el tema de lo que correcto o incorrecto al ejercer el poder, que alguno de sus paniaguados le haga una fichita con el resumen del “consecuencialismo”, teoría de filosofía política muy seria, para los que toman decisiones de Estado, que básicamente, dice que a esos, a los que gobiernan, se les juzga por la consecuencia de sus actos que no necesariamente son morales (no confundir ética con moral, la ética atañe a los actos de gobierno, la moral a los personales y a las costumbres).

Dicho de otro modo: al juzgar la conducta de los jefes de Estado, están primero las consecuencias de sus actos que sus procedimientos, siempre y si y solo si, las consecuencias son éticas.

Para no meternos en honduras, un ejemplo: las dos bombas atómicas en Japón mataron entre 129 mil y 250 mil inocentes -inocentes-, pero evitaron la muerte de miles de soldados de los EUA y acabaron esa guerra. Matar inocentes nunca será un acto moral, pero mandar a la muerte a los propios soldados es peor; se hizo y punto. Quien no tenga espaldas para cargar semejantes decisiones, no debe dedicarse al servicio público, dijo Churchill (no es cita, pero lo dijo, está en su autobiografía).

El consecuencialismo aplica a los actos del individuo, otro ejemplo: mentir no es moral, está mal, pero si con una mentira se salva una vida, ¿está mal?

Imaginemos que el gobierno de los EUA, respetando los derechos humanos del Mayo Zambada, el estado de derecho y la soberanía de México, en lugar de capturarlo al recibirlo en Texas, lo hubieran devuelto a México, para que brillara la ley y que nuestra soberanía quedara intacta… ¿sabe qué hubiera pasado?… yo tampoco, pero con lo del general Cienfuegos, nos podemos hacer una idea… y el tío Sam también.

Doña Sheinbaum: si el gobierno de los EUA es responsable de la captura de esos dos criminales y al hacerlo se bailó el jarabe tapatío en leyes, derechos humanos y soberanía mexicana, desde el punto de vista de allá, hicieron bien. No le tiene que gustar.

El 19 de noviembre de 2024, nuestra Presidenta estaba en la cumbre del G20 en Río de Janeiro, y declaró que le había pedido personalmente al presidente de los EUA, Joe Biden, “toda la información relacionada con la captura del narcotraficante con el fin de evaluar la estrategia realizada”. Un cuerno le pintó don Joe (no un violín, respetillo). ¡Qué necedad de declarar y hacer el ridículo!

Ahora sí a lo de que el viernes la señora de Palacio metió la pata, se fue de boca. Como era de esperarse, por el primer aniversario de la detención del Chapito y el Mayo, le preguntaron en su mañanera sobre el tema y si tiene salida la guerra de cárteles en Sinaloa. La excorcholata, respondió que sí que se va a pacificar Sinaloa porque “cuando hay honestidad, estrategia y trabajo, hay resultados, en Sinaloa y en todo el país”… y de repente soltó:

“Es importante cómo se dio esto y la valoración de cómo fue la intervención en su momento de agencias o instituciones del gobierno de los Estados Unidos para provocar lo que ha ocurrido este año”. ¡Acabáramos!

O sea: sí intervinieron agencias o instituciones del gobierno de los EUA y la matazón en Sinaloa la provocaron ellos. Los otros datos en superlativo, sin miedo al ridículo.

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