LA FERIA/Sr. López
Tía N (se reserva su identidad, ya verá por qué), tuvo cinco maridos oficiales y un número indeterminado, continuo, sin intervalos, de extraoficiales (ya vio). Tuvo solo hijas, cuatro, cada una con su propio papá, todas nacidas con la afición materna a la práctica indiscriminada de la gimnasia rítmica en pareja. Llegó a los seis nietos -cada uno con su propio papá-; y así, sin rubores, era la más vehemente defensora del “buen nombre” de la familia. Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, una vez, oyéndola, dijo por lo bajo: -Pues sí, a pesar de ella… y ¡vaya que se esforzó! –cierto, si “eso” fuera ciencia, hubiera sido Premio Nobel. Y era buena persona, eso también.
Ayer, la Presidenta contó algo de su telefonazo del día anterior con el tal Trump. No comentará este menda sobre el real significado del asunto, porque hay dobladas que se agradecen. Ahora falta que el barbaján Trump de veras no imponga aranceles a nuestras exportaciones el primer día de su gobierno -el próximo 20 de enero-, mandando a volar a México, literalmente. ¡Oremos!
Lo que sí comentará, es que según doña Sheinbaum, cuando hablaron del fentanilo, el salvaje con copete (Miss Clairol 80, rubio natural claro), le preguntó si en México teníamos problemas de consumo y le respondió que “realmente muy poco” y como le pidió la razón, le dijo: “Dos temas. Uno, las familias mexicanas nos cuidamos entre nosotros, somos muy unidos”; el segundo tema no tiene la menor importancia, fue una alabanza a su antecesor (y ni mencionarlo, no sabe uno si tiene usted a la mano su frasco de Dramamina, contra el vómito).
Muy interesante que nuestros gobernantes se expresen tan bien de la familia mexicana; el señor (es un decir), que se dice reside en su finca en Palenque, una vez (el 9 de septiembre de 2022), dijo que “la familia de México es la institución más importantes de seguridad social”; y antes, el 18 de febrero de 2020, el mismo señor (es un decir), dijo que la familia mexicana “es pilar principal de la convivencia” (¡oleeé, olé, olé, olé, oleeeé, olé!… se hace la ola).
La verdad es que desde el 2017, no hay datos disponibles sobre el consumo de drogas en México, porque el señor (es un decir), que vivía en Palacio, canceló la Encuesta Nacional de Adicciones. Chulada. Sin embargo, el 30 de julio de 2023, en el portal oficial de la Secretaría de Salud del gobierno federal, se reportó que “35.6 millones de personas en México han recibido servicios de prevención y atención en adicciones”. No son pocos.
Sea lo que sea, está muy bien que nuestros gobernantes valoren a la familia, aunque se puede sospechar que digan esas cosas no tanto por convicción sino porque suena bien.
Bajo riesgo de perderlo para siempre como lector, sostiene López (este, hay de otros), que es un gran cuento eso de la idílica familia mexicana. Hay de todo y si veras la política es el espejo de la sociedad, no salimos tan bien parados.
Sin muchas honduras, sí es cierto eso -que de tan dicho ya suena cursi-, de que la familia es la célula de la sociedad. Y de largo, muy largo tiempo acá, está bajo ataque en el mundo… y ya en México. No es una arremetida producto de circunstancias o procesos sociales de esos que se dan espontáneamente, no, es algo orquestado con inconfesables fines bien determinados.
Carlos Marx, por cierto, afirmaba que en el comunismo, el Estado se encargaría de la educación de los niños y no los padres. Marx y Engels escribieron en su Manifiesto (1848), que los comunistas “rescatarán la educación de la influencia de la clase dominante”, que la prioridad era crear al “hombre nuevo” y la familia era el obstáculo. Clarito.
El escritor y filósofo suizo Max Picard (1888-1965), escribió: “No hay en el matrimonio más que un hombre, una mujer, unos hijos, algunos utensilios para comer, otros para dormir y acaso un par de animales… Se fundan imperios y perecen, una inmensa multitud de seres humanos puebla la superficie de la tierra y desaparece debajo de ella; el diluvio universal anega la Tierra y luego reaparece ésta como nueva, pero siempre un hombre, una mujer, unos sus hijos y alrededor las cosas de la casa en que se alberga la familia… todo es poca cosa frente al fenómeno en sí, frente al hecho de que así ha sido desde el comienzo de la creación hasta hoy día”. Bonito.
La cosa empezó desde el siglo XVIII, pero no lo aburro, ahora está a la vista que poco a poco, a la familia se le ha ido escamoteando su naturaleza biológica que asegura a la sociedad su crecimiento y renovación (reducción de natalidad, aborto como “derecho”, “matrimonio” homosexual); su esencia moral (sí, aunque ya dé risa, moral), arrebatando a la familia la educación de la prole en virtudes personales y valores sociales, incluidos el aprendizaje natural del justo mando y la debida obediencia; y junto a todo eso, se ha desprovisto a la familia de su importancia cultural, que por mala arte se supone que es responsabilidad solo del gobierno, de los que tengan el poder.
Si le interesa el asunto, lea por su cuenta (está en español), del jurista, teólogo, sociólogo y político austriaco, Johanes Messner (1891- 1984), ‘Ética Social, Política y Económica a la Luz del Derecho natural’; si no traiciona otra vez, la memoria a su texto servidor, lo encuentra en editorial Rialp.
En el retorcido proyecto de unos muy poderosos con pensadores y propagandistas muy bien pagados, atacar a la familia debilita el principio de subsidiariedad, que impide la intromisión del gobernante en todo aquello que resuelve la gente por su cuenta. Y la familia estorba porque es el núcleo duro de la sociedad en el que se resuelven a cabalidad no pocos aspectos de la organización comunitaria, que siembra en sus integrantes un repudio natural a la intromisión del gobernante.
Tenemos los resultados a la vista. No pocos países ya tienen problemas de pérdida de población; los valores y virtudes que sin proponérselo se enseñaban en cada familia, ahora son relativos y todo se vale.
Y no, no se vale.