Chueco

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LA FERIA/ Sr. López

Acabando lo que llaman revolución mexicana, llegó al rancho de un tío de la abuela Elena un disque general de huarache, afamado por matón, junto con otros sombrerudos a caballo, oliendo a sudor rancio y con el fusil terciado. Sin desmontar, dijo al tío que iba por su “niña grande” -una prima de la abuela, más entrona que guapa y era mucho decir-, y que se la llevaba “como quiera su señor papá, a la mala o con casorio”, pero se la llevaba. El papá ante la delicada disyuntiva, dijo que mandaba por el cura, pero la chamaca, a voz en cuello se opuso: -¡No, no, no!… ¡a la mala, papá!… ya se quedará dormido y con su propia pistola lo mato… -el sombrerudo, la miró y sonriendo dijo: -¿Y casada no me mata, niña? –y ella muy airada contestó: -Ni a tiros me saca usted el ‘sí, padre’, róbeme y jamás duerma tranquilo –no se la llevó. Ni loco.

No sé usted pero este menda se leyó (no fue fácil, uno no es abogado), las 366 hojas del proyecto de resolución del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, sobre las acciones de inconstitucionalidad contra las reformas a la Constitución en materia de reforma al Poder Judicial.

Don Juan Luis sabe un carro (claro), y se aprende leyéndolo (lo primero, que no sabe uno nada de derecho), pero en su proyecto da por bueno el procedimiento de aprobación tramposo (a la vista del país), de esa esperpéntica reforma y la aprueba en unas partes y en otras, no.

No dice ni una tontería, es un sabio, pero a un lego como este junta palabras, le parece como tragar una piedra de molino que el que provocó un choque, responda solo por parte del golpe con que hizo charamusca otro coche. Se queda uno con la impresión de que don González Alcántara Carrancá quiso, con la mejor intención, hacerle al Salomón… y no.

No, porque se sabe que si consigue los ocho votos para aprobar su proyecto de resolución, el Poder Ejecutivo con el Legislativo a las maracas, no van a acatar el mandato de la Corte. Y ya en esas, mejor que dijeran a las claras que es una mamarrachada de reforma en lugar de decir que nada más tantito. El resultado será el mismo: la presidencia de la república (y los cuatroteros del Congreso), mandarán la resolución de la Corte, cortada en cuadritos de 10 por 10, a los baños de sus oficinas para innoble uso.

Aunque no lo sepa doña Sheinbaum, esto a lo que la están empujando sus legisladores cuatroteros, la coloca en un lugar de la historia… digamos, desagradable. Le cuento:

El 20 de abril de 1853, la Cámara de Diputados votó y aprobó (legalito), dar pleno poder a Antonio López de Santa Anna, para gobernar el país. Don Toño, con ese legalito poder recibido, desconoció la Constitución (legalito), y emitió sus Bases para la Administración de la República (legalito), para gobernar como le viniera en gana (legalito), y el primer uso que se le ocurrió dar a ese poder que le otorgó el Congreso, fue ordenar que entraran en receso las legislaturas -federal y estatales-, para gobernar sin estorbos. Suena familiar… pero le ruego note que hasta Santa Anna respetó las formas: primero el Congreso le dio ese absurdo poder y luego actuó. No dijo, ya llegue y se aguantan.

En cambio, el único que sí ha desconocido la Constitución, fue Ignacio Comonfort. La cosa estuvo así: el 5 de febrero de 1857 se había promulgado la Constitución (por eso se llama Constitución del 57). Don Nacho era presidente interino desde 1855 y constitucional (electo, legalito), desde el 1 de diciembre de 1857. Diez días después, el 11 de diciembre, don Comonfort desconoció la Constitución y el día 17 del mismo mes (andaba con prisas), dio un cuartelazo, el Plan de Tacubaya, encabezado por uno de sus leales (Félix Zuloaga). Pero en esos tiempos los políticos no se andaban con trapitos calientes y varios gobernadores organizaron la “Liga de los Estados opuestos al Plan de Tacubaya” (los de Michoacán, Jalisco, Querétaro; luego también repudiaron el Plan, los de Oaxaca y Veracruz). Comonfort en enero de 1858, traicionado por don Zuloaga, dijo “ahí está el arpa, ya no toco” y se largó a los EEUU. Pero dejó el país en guerra, la de Reforma. Lo demás ya lo sabe.

Después de Santa Anna ningún Presidente de la república ha intentado siquiera, gobernar sin los otros dos poderes ni desobedecer la Constitución; han dado maromas para darles la vuelta, pero nunca ninguno ha dicho que por sus pantalones (ogaño, naguas), se limpia con la ley, no acata a la Corte y que le hagan como quieran. Y después de Comonfort, ninguno ha desconocido la Constitución ni dejado de obedecerla… desde el siglo XIX.

Es así que respetando el sesudo proyecto del ministro González Alcántara Carrancá (y uno apellidándose López, no hay derecho), se atreve este menda a decir: ¡no, señor ministro!… ¡a la mala!… ¡sin conceder!… la reforma al Poder Judicial es una atrocidad, que se sepa y que también se sepa que la titular del Ejecutivo, no acató el mandato de la ley con el aplauso de focas de circo de sus legisladores cuatroteros. Punto redondo. Y si pueden, que duerman tranquilos… y sí pueden, van a dormir tranquilos por soberbia y por la papalina de poder que traen y nomás no les baja.

Tarde doña Sheinbaum se va a dar cuenta de la trampa en que cayó: la están usando imponiendo a su gobierno un proyecto ajeno a ella y su gobierno; están usando la lealtad obligada a su antecesor, pues aún no tiene tomado el poder (ni su gabinete es completo de ella). La usan los que la entusiasman a seguir por este derrotero, los que compitieron por la candidatura, dos (Adán Augusto y Monreal), cercanos al que ideó el plan y hoy disfruta el brete en que está su sucesora; y otro que va a su aire (Ebrard), quien sabe el inmenso desgaste político que es este desfiguro.

Doña Sheinbaum primero va a enfrentar las consecuencias con los EEUU: gane quien gane la presidencia, son los mismos intereses y los defienden igual. Y que se cuide de doña Kamala, no se le va la fuerza por la boca como al Trump, es durísima y tiene muy claro que no es derecho lo que es chueco.

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