LA FERIA/ Sr. López
Tía Jose (así, de Josefina), viuda con seis hijos (tres y tres), era católica todo terreno y temerosa del ‘qué dirán’ en grado superlativo. Según ella, sus hijas eran solteras para mejor servir al Señor; y sus hijos, modelos de esposos y padres. En la familia le daban por su lado, sabedores de que las chamacas eran unas güilas redomadas y que los varones eran clientes frecuentes de la delegación de policía y regaban hijos por Toluca. Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, decía que tía Jose vivía en un mundo ficticio de perfección espiritual y que lejos de educar a sus hijos, los enseñó a fingir. Decía Pepe y dicho por él…
Es tan frecuente que no lo vemos: la política de fantasía; los políticos de fantasía (no fantásticos). No política real, fantasmagoría sin fundamento.
Fantasía política: el marxismo -y el socialismo siglo XXI-, es la esperanza y segura fuente (la alfaguara), de buenos resultados. Mentira, jamás ha habido marxismo ni real socialismo; ha habido estalinismo, maoísmo, polpotismo, castrismo, chavismo. Y jamás ha dado buenos resultados, ha dado millones de asesinatos, de miserables y privilegios para sus oligarcas. Y tiene buena prensa el “izquierdismo”.
Fantasía política: que el capitalismo, el comercio, la empresa -¡libres!-, son veneros de injusticia social, explotación, pobreza, concentración de la riqueza, origen de los males que sufren las mayorías. Mentira. Sin muchos argumentos: nadie huye de un país capitalista para refugiarse en uno socialista. No hay un solo caso. Y tiene muy mala prensa el capitalismo.
Políticos de fantasía, políticos de la quimera, empeñados en imponer sobre la realidad verdadera, la que imaginan, dispuestos a todo en la defensa de la ficción que pregonan y cuando tienen el poder, dispuestos a todo para negar los fracasos de sus delirios, insistiendo en combatir la pobreza sin crear riqueza. Pobrismo para mejor mangonear a las masas.
Verdad monda y lironda: los políticos buscan hacerse con el poder, punto. El para qué y el cómo lo usan, es otro asunto.
Hay políticos que no impugnan la realidad, aceptan como natural que la sociedad fluya por los amplios cauces de la libertad que solo limitan las leyes que protegen igual a todos; no pretenden encorsetar la economía a contracorriente del emprendimiento individual ni empresarial; no estorban, fomentan, propician. Gobiernan desde y con la realidad, sin utopías ni personalismo.
Otros, desde el ofuscamiento de sus personales convicciones inamovibles, desdeñan la realidad y condicionan la vida natural de la sociedad, imponiéndole que discurra por la senda por ellos trazada, única válida; dirigen la economía, acomodan las leyes a sus intereses, se apropian de la verdad hablando a nombre del “pueblo” y lo dividen sin matices, entre buenos -que necesitan de su protección, por desvalidos, maltratados e impotentes-, y malos que son los enemigos de los buenos, y por eso hay que someterlos a sus dictados y autoridad. Gobiernan con fantasías países de fantasía.
Está en sus inicios el actual gobierno federal y es evidente su inmenso poder no solo desde la presidencia y el Congreso sino con 24 entidades bajo su férula. Ya va siendo hora de enfrentar la realidad, sin anestesia.
Morena y sus socios (socios, socios en el negocio nacional de la política, no en ideales y buenos propósitos), y una gran cantidad de políticos trepadores, están bajo las órdenes de la Presidenta de la república, de la que no se puede negar su real esencia, a la vista de las reformas constitucionales que en su primer mes de gobierno ha impuesto a trancas y barrancas, de sus declaraciones públicas de no acatar resoluciones de jueces ni atender a nadie que no sea su subordinado o seguidor. No se puede disimular ni maquillar su pretensión: mandar sin límites y si hace falta, imponiendo su voluntad, segura de que su experiencia gobernando una ciudad le basta para gobernar a 130 millones en dos millones de kilómetros cuadrados. La realidad del país debe ser la que ella concibe y si no es así, mal por la realidad.
El fallido Néstor Kirchner, de ese peronismo con deriva izquierdista, que pavimentó el camino al increíble desastre económico de su país, dejando una bomba de tiempo a sus sucesores, al asumir la presidencia de la Argentina, el 25 de mayo de 2003, dijo a los miembros de su flamante gabinete:
“Hay que construir los resortes de poder y desarticular los intereses, con o sin confrontación. La única manera que hay para gobernar es teniendo un Estado fuerte que pueda imponer condiciones”.
Vuelva a leerlo despacito: desarticular intereses… con o sin enfrentamiento… Estado fuerte… imponer condiciones. ¿Ya?
No sostiene este López (no confundir), que la Presidenta sea ‘kirchnerista’. Lo más seguro es que ni conozca las ideas del Néstor ése, pero sí afirma que entre los de tendencia socialista, los que desconfían de la capacidad natural de la sociedad y pretenden conducirla, las ideas coinciden.
Desarticular intereses… anular el Poder Judicial; aplastar a la oposición, actuar sin pudor al enfrentamiento con la ley. Conseguir un Estado fuerte… eliminar el efecto general del amparo, la “supremacía constitucional” que no es sino blindaje de reformas y adaptaciones a la Constitución que no atenderán opinión ninguna, ni de expertos ni de especialistas. Imponer condiciones… los congresos estatales aprobando en minutos reformas constitucionales, a querer o no, sin necesidad de leerlas, más bien, de preferencia sin leerlas, como prueba lealtad.
Ante esta realidad que no cambiará a fuerza de memes ni pláticas de café, los que nos deben explicaciones no son los triunfales gobernantes de ahora sino los partidos políticos de oposición. De sus filas salieron los que dieron la mayoría calificada en el Senado a este régimen. De sus filas salieron sus candidatos inútiles.
Si se reconstituye la oposición todo puede cambiar en las elecciones intermedias, en 2027, y los hoy ebrios de poder, sufrirán una terrible cruda de realidad.