Volver a empezar: La Feria

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Sr. López

Hace mucho le conté de tío Alfredo, del lado materno-toluqueño, clasificado como el peor marido del que se tenga registro desde Barba Azul, quien estuvo en agonía casi seis años, dando lata desde la cama, portándose peor que nunca. Tía María Luisa, su esposa, le aguantó todas. Ya largamente fallecido el ruin tío, este menda preguntó a la tía por qué lo soportó tanto: -¡Ay, hijito!, pues pensando diario que era su último día, se me fue el tiempo -¡Ah!

Y se nos fue el tiempo. Hoy lunes 30 de septiembre, es el último día de López Obrador en la presidencia de la república. Hoy su última mañanera, de la que anticipó el viernes que iba a ser un “fiestón”… pues sí, pero no para los paniaguados, come-cuando-hay, que durante su periodo la hicieron de periodistas en el Salón Tesorería, que esos están de luto porque se les acabó la chamba, sino fiestón para los millones que a pie firme soportaron los embates de este gobierno, probando la resistencia todo terreno de la raza de bronce.

Por supuesto el señor que tanto disfrutó del micrófono, de las giras con aplaudidores sobre pedido, de retacar el Zócalo con acarreados y de sus impúdicas autoalabanzas durante cinco años y diez meses (por ley le tocó mocho el sexenio), se va del cargo convencido de que fue un gran Presidente, el mejor desde Madero, a la altura de cualquier prócer de nuestra historia. Los efectos nocivos del poder en quienes no tienen cualidades para tenerlo, son notorios y de larga duración.

No espere nadie oírlo después, aceptar que le falló al país, que su gobierno fracasó. De ninguna manera. Es muy duradero el autoengaño que facilita tanto estar rodeados de sumisos y serviles, que jamás les dicen la verdad ni los contradicen, en nada; junto con colaboradores que alteran informes y presentan documentos al gusto del “señor”, porque la exactitud y la veracidad, son inaceptables para los mediocres y las cosas son, tienen que ser, como las dice, como las quiere el que manda, que así más se engaña a sí mismo: sus mentiras se las ratifican los documentos oficiales que sus subordinados elaboran para complacerlo.

Juega a favor de las mentiras oficiales respecto de los precisos resultados reales, que son difíciles de probar; son montañas de informes oficiales falseados y tendenciosos, junto con rimeros de documentos destruidos. Pero aun así, no escapan a la necia realidad que capta la gente común, sin necesidad de auditorías ni informes de especialistas. Y este gobierno no salvará el invencible obstáculo de la realidad monda y lironda.

En primer lugar y peor que todos los muchos fiascos de este gobierno que hoy termina, se diga lo que se diga, se alabe como se le alaba al ya solo por unas horas más Presidente, es imposible ocultar su categórico y redondo fracaso en recuperar la seguridad pública. Si este gobierno que hoy termina, si este Presidente hubiera hilvanado indiscutibles éxitos en todos los rubros menos en ese, igual sería un gobierno fracasado, es un gobierno fracasado que contempló impasible el asesinato de 200 mil personas.

La seguridad pública es principal obligación del Estado, por eso se le otorga al gobierno el uso exclusivo de la fuerza. Y no es reflexión de teóricos ni conclusión de filósofos, lo dice la Constitución en el artículo 21 párrafo 9 y la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la finalidad del Estado es salvaguardar la integridad y derechos de las personas, así como preservar la paz pública, el orden y las libertades.

Bueno, nada de eso consiguió el Presidente que hoy se va. Fracasó. Y no porque la adversidad se lo impidió, sino por su sospechosa estrategia de no enfrentar al crimen organizado, su “abrazos no balazos”, sus seis visitas Badiraguato, Sinaloa, epicentro del narco en México, cuna de los más destacados criminales, entre muchos, Rafael Caro Quintero, Arturo Beltrán Leyva y el Chapo Guzmán; visitas de las que cuatro fueron “privadas”. Sin olvidar por su simbolismo que en una de esas, se detuvo en la carretera para saludar de mano a la mamá del Chapo, ni su declaración de que cuando él va, “el narco respeta”. Bueno, a él sí lo respetan, pero no a los pobladores del 60% de los municipios ni de los 30 estados en que tienen presencia y cometen sus tropelías.

Y como el que habla mucho se equivoca mucho, él mismo dijo a Ciro Gómez Leyva, en noviembre de 2018, a diez días de asumir la presidencia, que “sin seguridad no habrá 4T”. No hubo.

De todo lo demás que se hizo mal, que se encarguen de desmenuzarlo los estudiosos. Una manera de describir a este gobierno es que entró mintiendo, gobernó mintiendo y terminó mintiendo. En todo. Y también le mintió a Claudia Sheinbaum Pardo. Ya ella lo descubrirá, no lo dude.

Ya sabremos luego si la señora tiene sangre de atole y dedica su sexenio a proteger a su antecesor, o si empieza a corregir y corrige, los serios daños que al país hizo quien llegó al poder a robustecer su narcisismo y a la dicha inicua de cobrar afrentas, porque a él lo ofenden su biografía y la realidad cada vez que no fue como él quería que fuera.

El gobierno de doña Sheinbaum no puede ser la construcción del segundo piso de la transformación, no, si de verdad asume la realidad, debe saber que su gobierno no es de transformación sino de reconstrucción. Pero como sea, es buena noticia, ya se acabó la pesadilla.

Pero importa decir que aun si consiguiera Andrés Manuel López Obrador -otra vez, como tantas otras-, evadir sus responsabilidades; si por sus propios intereses, los EEUU decidieran no revisar los asuntos pendientes que tienen con él y los suyos; si ninguno de los poderosos que agravió sin clemencia, optara por cobrárselas; si todo eso jugara a su favor, importa no olvidar nunca que es el Presidente del millón de muertos, el Presidente que enlutó nuestro cielo, el del huracán de sangre, el del vendaval de llanto, el de los miles de niños muertos ante su indiferencia locuaz.

… y México… tan dañado, como tantas veces… otra vez a comenzar, a volver a empezar.

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