Cada quien su piedra: La Feria

0

Sr. López

Por sorpresa, llegó de Autlán a casa de la abuela Elena, en el entonces D.F., una sobrina nieta de ella, que este menda no conocía, poquito más guapa que Sofía Loren (la verdad: mucho más guapa que la Loren, ¡las doce Tribus de belleza era!, hubiera exclamado don Quevedo). En lo que regularizaba el pulso su texto servidor, oyó que ese portento de la evolución, quería pasar un tiempo con la abuela, harta de los chismes con que la acosaban las malas lenguas del pueblo, añadiendo llorosa que por tanta murmuración, ya dos novios a punto de pedir su mano, se le habían echado para atrás. La abuela con su cabeza clara, le dijo que sí: -Pero, hijita, aprovecha para pensar por qué no te han hecho fama de santurrona y sí de güila… nadie tiene tan mala suerte, hijita –pues sí.

Ignora este junta palabras, de cuántos presidentes de la república tenga usted memoria. A riesgo de que se ponga a hacer cuentas, este tecladista confiesa recordar bien desde Adolfo Ruiz Cortines (que ni chiste tiene, era amigo del abuelo Armando), pero siguieron muchos. A volapié hagamos un recuento de la fama de cada uno:

De Ruiz Cortines: honesto, firme y bueno para el dominó. Adolfo López Mateos: estupendo orador, agradable y viajero. Gustavo Díaz Ordaz: feo, muy severo y novio de Irma Serrano (cuenta). Luis Echeverría: hablantín, hiperactivo… y lo que no le digo, pero era. José López Portillo: macho, gran orador, chillón y se hizo una casota. Miguel de la Madrid: muy decente, muy preparado, sin carácter. Salinas de Gortari: chaparrito, inteligentísimo y deshonesto. Zedillo: antipático, eficaz, durísimo, honesto a carta cabal. Vicente Fox: tonto. Calderón: honesto, entrón, derecho. Peña Nieto: frívolo, desleal, cobardón, deshonesto.

Revise, revise bien. Ninguno hizo fama de santo, porque la santidad humana es fantasía; fama de deshonestos, dos, pero ninguno de estar relacionado de ninguna manera con el crimen organizado. Ninguno.

Y lo de ninguno, aplica a Abelardo L. Rodríguez, presidente sustituto de 1932 a 1934, que fue un importantísimo empresario (primero, por mérito propio y después por el poder de La Silla), con fama de hacer negocios con gente relacionada con la mafia de los EUA, concretamente por comerciar con alcohol en tiempos de la prohibición (1920-1933), y por asociarse con ellos en el casino Agua Caliente en Tijuana; pero el alcohol y el juego eran legales en México… y asociarse con gringos, también. Así, ni del Abelardo se puede decir que haya sido socio, cómplice, del crimen organizado, aunque así como que muy escrupuloso, tampoco.

López Obrador rompió el molde, parlanchín, echador, mentiroso, vengativo y de muy limitada sesera, insistentemente es señalado como cómplice del crimen organizado, a la fecha sin pruebas duras debe decirse. Y puede no ser cierto, pero la fama raramente es del todo gratuita.

Fama es palabra interesante y de viejo cuño; viene del latín ‘faman’ (reputación), y esta del griego ‘femí’ (hablar); la fama es lo que se habla de alguien. De fama vienen, afamado, difamar, famoso e infame. Y por supuesto hay buena y mala fama (no diga usted ‘fama pública’, que eso es un término jurídico de preciso significado, fama es fama y siempre es pública).

Se siente casi en automático, el impulso de dudar de semejante señalamiento, tan grave, contra López Obrador. Pero al mismo tiempo, surgen dos preguntas: ¿por qué a este Presidente le han hecho esa fama?… y ¿quiénes se la han hecho?, decir que la prensa es decir burradas, la prensa difunde sucesos, los editorializa, los comenta; y nuestra prensa ha atacado a todos los presidentes, al menos desde Zedillo (antes no, antes era malo para la cartera y hasta para la salud, como ya es ahora), pero a ningún Presidente han señalado de tal cosa. ¿De dónde salió entonces esa fama del arrimado en Palacio? (que arrimado es según el diccionario, el que vive en casa ajena, a costa o al amparo de su dueño, en este caso, sus dueños, todos nosotros).

Salió, por un lado, de testimonios de delincuentes ante autoridades de los EUA; y por el otro, de miembros de agencias de inteligencia y combate al narcotráfico de los EUA.

Los testimonios de delincuentes en México, difícilmente pueden llegar a tener valor probatorio ante el juez, aunque a veces, sí, claro, más cuando son coincidentes los de distintas personas. Pero en los EUA la cosa es menos rigurosa, por ejemplo, a Genaro García Luna lo han declarado culpable en una Corte de Nueva York exclusivamente con testimonios de criminales, sin más, sin una foto, video o documento incriminatorio. Asómbrese, es infinitamente mejor nuestro régimen jurídico, con todo y todo, infinitamente mejor.

Lo otro, los testimonios y declaraciones de agentes oficiales de los EUA, es para preocuparse pues en cualquier parte del mundo, lógicamente merecen mayor crédito que los dichos de criminales y más en los EUA donde la mentira es imperdonable (aunque mientan como vendedores de coches usados, como en todas partes, faltaba más).

Al presidente López Obrador ya le pasó lo que a casi todos nuestros presidentes (casi, no todos): el poder les deforma el criterio y se llegan a creer que son perfectos, sabios, infalibles, intocables… y ¡simpáticos! Y en lo de intocables, tuerce la puerca el rabo: sí son intocables en México, no fuera del país y menos en los EUA.

Que alguien se apiade de este hombre. Que corran el riesgo de decirle la verdad: el gobierno de los EUA lo trae entre ojos y lo peor que puede hacer es seguir retándolo. Ya sobra insistir en el muy peliagudo asunto de la detención del Mayo Zambada allá. Las agencias investigadoras no tienen interés en conocer sus andanzas de más de 50 años en el crimen, les interesan las del 2018 al 2024, no solo porque serían delitos no prescritos sino porque coinciden con el sexenio en que más trabas se les han puesto en México a sus agentes policiacos.

Y también que alguien le diga a doña Sheinbaum que más le vale no asumir la defensa de lo indefendible. Cada quien su piedra.

Deja una respuesta