Sr. López
La abuela Elena contaba que a su mamá “se la llevó” el cacique de Autlán allá a fines del siglo XIX. Y que ella a sus 14 años, le dijo al matasiete ese: -Usted vióleme, le sobran fuerzas, pero cuídeme bien porque yo me mato –y la devolvió a su casa, decía la abuela.
Antier, el Presidente (sí, él, todavía, hasta el 30 de septiembre), en reacción al informe anual sobre derechos humanos del Departamento de Estado de los EUA, dijo que en ese país “no están acostumbrados a respetar la soberanías de los pueblos”, que se sitúan “como los jueces del mundo”, que el reporte “es una violación flagrante al derecho internacional”, que la instancia responsable del reporte “es un departamentito dentro del Departamento de Estado, que protege al conservadurismo de América Latina y el Caribe y del mundo, esa es su función”.
Se entiende que se haya enojado muchísimo el huésped de Palacio. El informe pone como lazo de cochino a su gobierno: violaciones graves a derechos humanos, persecución a la prensa, ataques al Poder Judicial y después de otros lodos refregados en la jeta del gobierno que llegó para redimirnos del conservadurismo, salvarnos de la mafia del poder (aplican restricciones: no incluye a la actual mafia del poder), y transformarnos (en lo que algún día nos dirán), remata diciendo que hay “corrupción gubernamental seria” (parece que no le impresiona al tío Sam el pañuelito blanco del señor-presidente-de-la-república).
Pero como que pasó mala noche el Presidente, rumiando la bilis que le provocó el colerón que hizo por ese informe, y ayer en su programa matutino de variedades, le siguió contra el gobierno de los EUA: “están estancados, anquilosados, en decadencia (…) tienen que renovarse (…) no son serios, son mentirosos (…) estos comunicados están manejados por la derecha internacional, es una internacional de derecha apoyada en Estados Unidos, ya sabemos que esos son los golpeadores, los halcones (…) tienen que aprender a respetarnos”.
“Tienen que aprender a respetarnos”, dijo el patriarca nacional pero rapidito aclaró que “México mantendrá la cooperación bilateral para combatir el tráfico de fentanilo, tratar de resolver el problema migratorio e impulsar la integración económica”. No, señor, ese añadido no es de un gallardo guerrero azteca, es más bien muestra de que le tiene miedo al renegrido tío Sam. Si no, porqué ratifica que seguirá haciendo lo que la Casa Blanca le exige en lo que allá importa, las cuestiones de migración y drogas… ¡ah! y de comercio.
Por si no lo sabe el redentor de la patria, los EUA nos empezaron a perder el respeto cuando les firmamos en 1848 el Tratado Guadalupe Hidalgo, mediante el que les vendimos -sí, fue venta, en 15 millones de dólares-, más de la mitad del territorio nacional, en vez de no firmarles nada y dejarlos robarse más de medio país (porque México estaba invadido por ellos), para ya después reclamar legalmente y conseguir si no la devolución, sí el justo pago y la indemnización… pero, no, nuestro Congreso de entonces autorizó vender, en la Cámara de Diputados por 51 votos y 35 en contra y el Senado estuvo de acuerdo. Y en el Congreso de los EUA, se escandalizaron por la falta de… ya sabe qué de “los mexicanos”. A ver, alégueles.
Luego en 1859, los EUA ratificaron lo que ya pensaban de México: Benito Juárez promovió con todas las fuerzas que el alma le daba, la firma con el gobierno de los EUA, del Tratado de Tránsito y Comercio (que conocemos como Tratado McLane-Ocampo), cediendo a perpetuidad, para siempre, el derecho de tránsito a los yanquis, de personas y mercancías libres de todo arancel o impuesto y de sus ejércitos, los de EUA, de Tehuantepec a Coatzacoalcos, de Guaymas a Nogales, atravesando Sonora; de Camargo y Matamoros u “otro punto conveniente” a los EUA de la frontera de Tamaulipas vía Monterrey hasta Mazatlán; con la obligación de México de custodiar esos pasos con nuestro ejército y de construir almacenes para ellos… a cambio de cuatro millones de dólares, dos al contado y los otros dos se los quedaban los EUA en garantía del pago de posibles demandas posteriores ¡contra México!
Este tratado juarista, causó gran preocupación en los tribunales europeos por las inauditas de concesiones a favor de los EUA que se habían hecho y fue un escandalazo en la prensa de los propios EUA y de Europa, pues el tratado convertía a México en un protectorado de los EUA. Finalmente, el Congreso no aprobó el tratado, el Congreso de los EUA, no vaya usted a creer otra cosa. Pero en los EUA ratificaron el poco respeto que nos tenían. ¡Ah, qué el Benemérito!
Los EUA nos empezaron a respetar en tiempos del PRI imperial… no, no con Cárdenas, otro día que haya tiempo le cuento de eso que llamamos expropiación petrolera, bajo la batuta de Josephus Daniels, embajador de los EUA en México. Por algo Cárdenas escribió en sus Apuntes, el 15 de enero de 1948, al saber que había muerto don Josephus: “Como embajador en México y después ya retirado a su país, fue un gran amigo de México”. No se alborote, así fue.
A México lo empezaron a respetar porque les plantó cara, cerró su frontera al grito de ¡pobres pero decentes!, y el tío Sam se quedó con las ganas de seguir tratándonos como país bananero. Ya luego entendieron en la Casa Blanca, que era mejor por las buenas y empezamos a tener relaciones comerciales que culminaron en el TLC -hoy T-MEC-, mérito, completito, de esos priistas tan horrorosos… y eso explica el crecimiento exponencial de la economía mexicana. Con Fox y Calderón el trato con los EUA siguió por el carril que heredaron, bien trazado.
No fue sino hasta la llegada de la 4T que los yanquis empezaron otra vez con las confiancitas, sacando raja de las ansias de ser prócer de ya sabe quién, al que tienen radiografiado, del que tienen un perfil psicológico preciso y del que archivan mucha información de él y sus cercanos. Que hable, que hable, pero que obedezca, como obedece. Todo en este gobierno resultó mentira, tacos de lengua.