Sr. López
Este menda preguntó una vez a la abuela Elena (la paterna, de las de Autlán), si era cierto que en la familia no había esposas golpeadas y contestó sin dejar de mover el guiso que cocinaba: -No… hay viudas -era cierto.
El viernes pasado se celebró en México el día de la mujer… cosa rara, un día de marchas y protestas por la noble causa, en un país en el que las manifestaciones son parte del paisaje y en el que once mujeres son asesinadas diariamente.
Las manifestaciones multitudinarias en el siglo pasado eran escándalo por el régimen de entonces, pero después de 1968, poco a poco, se fueron haciendo cosa de cada día hasta llegar a lo de ahora: en la capital del país hay en promedio unas 2,500 marchas, bloqueos y plantones al año, casi siete diarias. Los diferentes gobiernos que hemos tenido en los últimos 50 años, han aprendido a dejar que haya manifestaciones, las administran, permiten tropelías y abusos, sabedores de que no pasa nada y las usan para predicar un cuestionable espíritu democrático. Ya solamente llaman la atención las grandes concentraciones convocadas para plantarle cara al Ejecutivo federal por asuntos muy concretos.
Se discute si las manifestaciones son un método efectivo de lucha social. Pero lo obvio es que indican sin duda el malestar contra la autoridad o situaciones que rechaza la gente.
Lo eficaz que es (o no), salir a las calles a protestar se ha estudiado mucho. Hay opiniones encontradas. En 2003 cerca de un millón en Londres, tomaron las calles exigiendo al gobierno no participar en la Guerra de Irak; la manifestación más grande en la historia del Reino Unido que se replicó en 60 países; resultado, el gobierno igual le declaró la guerra a Irak. Tampoco lograron su objetivo las tumultuarias protestas contra el Brexit, para que el reino Unido no saliera de la Unión Europea.
La aparente esterilidad de las protestas populares, la abona la actual búsqueda de los resultados inmediatos, pero vale recordar que los Países Bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, recobraron su independencia de la Unión Soviética, celebrando ‘Festivales de la Canción’ entre 1987 y 1991, reuniendo muchedumbres de hasta 300 mil personas, para cantar canciones tradicionales y patrióticas. Es la llamada “Revolución Cantada”. Les tomó cinco años y el 6 de septiembre de 1991, Moscú reconoció su independencia, entendió que con eso no podía.
Las manifestaciones obligan a los gobernantes a matizar acciones, cambiar decisiones y hasta a ceder ante peticiones, dependiendo de un factor importantísimo: que los manifestantes sí representen un general sentimiento de la población. Hay manifestaciones inmensas que solo se representan a sí mismas pero no a la mayoría de la sociedad.
Eso, los verdaderos políticos y hombres de Estado, lo perciben, “captan” el sentir de la gente, intuyen los acontecimientos inmediatos, el rumbo que toman las cosas y como los buenos marineros, toman la ola, corrigen, enmiendan, modifican y en casos extremos hasta renuncian al poder.
De regreso al día de la mujer del viernes pasado. Es del todo imposible que haya ningún jefe de Estado o de gobierno que ignore la justificada protesta de las mujeres, justificada por el continuo abuso que padecen por más leyes que prediquen la igualdad de derechos y por más duras que sean las penas para los abusadores, violadores, “feminicidas” (neologismo ya aceptado), y en general contra los abusos del macho.
La lucha de las mujeres de todos los países civilizados, no se acota a sus propias naciones, no, que la situación de la mujer en algunos países es terrible: sin derechos iguales ante la ley (en 39 países no pueden recibir herencia, por ejemplo y en algunos países musulmanes, no pueden presentar denuncias de ninguna clase, no son personas jamás), son víctimas de explotación, mutilaciones, trata y explotación. Eso no debe seguir, no va a seguir y cada protesta de mujeres acerca la fecha en que el mundo erradique todo abuso aceptado y diferencia legal entre géneros.
Hay lugar para un moderado optimismo: después de milenios en que la mujer fue tratada como inferior, en poco más de un siglo las cosas han cambiado sumariamente, en catarata. Muy bien. Esto ya no lo para nadie.
El Presidente parece no calibrar la importancia de la protesta femenina, no solo por las once asesinadas diarias sino por los casi 60 mil delitos contra mujeres, denunciados al año, con una cifra inmensa que ni a denuncia llega. Y decepciona que ante esta atrocidad, él recomiende mesura, que no vayan a romper un vidrio, ni a pintar una pared. Señor: estamos hablando de un holocausto continuo. Sería de esperar que al menos las recibiera. No tenga miedo, ni están locas ni lo odian. Son bravas y más bravas se van a poner si se continúa con esa desdeñosa actitud oficial. Mal asunto.
Dicho lo anterior, acomoda otra reflexión. Si es igual en otros países es cosa que ignora este menda, pero al menos en México, parece que se carga al gobierno la responsabilidad completa de conseguir condiciones de igualdad efectiva de derechos y respeto a la mujer, cosa de suyo imposible porque no hay manera de poner a millones de maestros a educar a millones de machos y menos poner a vigilar a millones de machos con millones de policías (capacitados adecuadamente en el tema de los derechos de la mujer, claro).
Lo anterior permite aventurar que tal vez ya va siendo hora de que la ciudadanía asuma sus responsabilidades sin exigir que las autoridades hagan lo que cada quien no hace, conformándose con maldecir al gobierno por toda atrocidad.
Se oye feo pero como sociedad actuamos como adolescentes inmaduros y berrinchudos que esperan que papá-gobierno atienda todos sus deseos y les resuelva todos sus problemas.
¿De dónde sale el macho que desprecia y maltrata a la mujer?… de la bonita familia mexicana que no educa a la prole, familia en que lo común es que sea mujer la que forma a los hijos.
Por cierto, ¿de dónde salen nuestros malos gobernantes?, también de la familia tenochca.