Sr. López
Tío Neto se casó cinco veces. Con la primera porque se enamoró muy chamaco (y era muy bella); con la segunda por ahorrativa (que la primera casi lo quiebra); con la tercera por buena cocinera (que la segunda no hacía ni huevos tibios); con la cuarta por decente (que la tercera le coronó la testa); y con la quinta que no era bella ni ahorrativa, ni buena cocinando ni decente, porque ya estaba viejito y nada más quería compañía. Tan necio.
Tal vez sea por estrategia, tal vez sea por el solitario placer del optimismo imbécil, pero lo cierto es que mucha gente cree en las encuestas como si fueran vaticinios de la Sibila de Cumas (o la de Delfos, según cuál sea su favorita). Y las encuestas al menos en nuestra risueña patria, son todo menos eso, si acaso (y quién sabe), la “foto” del momento, aunque la verdad, la verdad, todos sabemos lo que son y como no hay manera educada de decirlo, ponga usted el adjetivo… termina en “gaderas”.
Para muestra el botón de la elección del 2021: antes de los comicios, de 21 encuestas, las 21 daban el triunfo a Morena & Asociados (las de Mitofsky, El Universal, Parametría, Reforma, Oraculus, etc.), y se afirmó que el partido en el gobierno, volvería a arrasar con el doble de votos que su opositor más cercano y que esos comicios ratificarían “la amplia mayoría de Morena”. ¿Sí?, pues no.
Las elecciones del 2021 fueron una importante derrota para el partido en el gobierno, para el gobierno y para el señor de Palacio que manda en ambas cosas, partido y gobierno. Efectivamente, Morena y rémoras obtuvieron poquito más de 21 millones de votos y los partidos opositores, 23 millones. Morena en la Cámara de Diputados perdió 55 curules y en la Ciudad de México, nueve de 16 alcaldías. Marcha fúnebre, no de Zacatecas. En la cúspide de su poder, el señor tempranero fue derrotado por el tenochca con crayola.
Y no vale comparar con las elecciones de gobernadores porque ya sabemos cómo funciona eso en los estados, por algo los apapachos y los premios con embajadas a los gobernadores salientes, algunos de los cuales no han hecho sino trasvasar las más fétidas excreciones del viejo régimen al actual: con el Presidente hasta la ignominia.
Para las elecciones del próximo año se debe reparar en que al no ir en la boletas el actual Presidente, la cosa se complica no poco para su candidata a la presidencia y para quienes pretendan curules en el Congreso, gobiernos estatales o alcaldías, porque no hay morenismo en el país, hay seguidores, partidarios y hasta fanáticos del huésped de Palacio y hacer campaña encima de los hombros del señor que va de salida con el desgaste natural del ejercicio del poder, o proponiendo una “transformación” que no dice nada al elector estándar, es muy cuesta arriba (y hasta el momento, ese es el discurso de doña Sheinbaum que parece estar promoviendo al Presidente como si hubiera reelección).
Quienes están en los equipos de campaña de Morena y Asociados, suelen mostrar una confianza triunfal que se asienta sobre la gran mentira de que Andrés Manuel López Obrador es el Presidente con mayor votación en la historia nacional. No es cierto. Es cosa de revisar con calmita los números, porque no es lo mismo el resultado directo de las urnas que lo que representan esos votos respecto del electorado total. Mire usted:
No se cansan de refregar en la cara del tenochca simplex, que López Obrador ganó con 53.19 % de votos emitidos, y es cierto, lástima que esos votos representen solo el 33.79% del padrón electoral y con la pena, pero Ernesto Zedillo ganó las elecciones con votos equivalentes al 37.57 % del total del padrón, por arriba del señor madrugador. Quien gana con mayor porcentaje de votos respecto de la lista del total de electores, tiene mayor legitimidad y ese es hasta nuevo aviso, Zedillo. Punto. Lo demás es música de viento.
Otra cosa en la que sería recomendable que recapacitara el partido en el poder, es en los vuelcos que ha dado el elector nacional que igual sacó al PRI del gobierno federal que lo regresó con Peña Nieto; igual votó por la derecha panista que por el izquierdista López Obrador. Sí, parece que el votante nacional no hace huesos viejos con ningún partido y que con las ideologías se abanica. Son muchas las señales que apuntan a que son los resultados del gobierno lo que influye realmente en el votante de nivel banqueta. El salinismo con todos sus no pocos defectos, representó un avance palpable en la vida diaria de millones y eso se refrendó en el triunfo de Zedillo. A Calderón, que ganó por un pelito, le valió el reconocimiento del peladaje mayoritario a la hazaña del Fox, que terminó con el régimen priista. Luego castigaron al PAN y votaron por Peña Nieto, porque la gente le cobró a Calderón el altísimo precio de su guerra al narco… sin resultados. Y López Obrador ganó porque Peña El Copetón, decepcionó a todos con esa su frivolidad tan insultante (aunque ahora, a la vista de lo que tenemos, ya hay quien extraña a don Quique y casi les parece prócer, ¡dioses!).
También vale asomarse al vecindario, al resto de América Latina, para al menos ampliar la visión, aunque no sean equiparables tan diferentes países. Con excepción de las elecciones en Nicaragua (que no son elecciones con tan cínico dictador), del 2019 a la fecha, en las 15 elecciones presidenciales que ha habido, en las 15 perdió el partido en el gobierno, en las 15 hubo alternancia: en el 2019, El Salvador, Panamá, Guatemala y Uruguay; en 2020, Dominicana y Bolivia; en 2021, Ecuador, Perú, Honduras y Chile; en 2022, Costa Rica, Colombia y Brasil; y Argentina dos veces (la primera cuando en 2019 Fernández echó a Macri y la segunda, ahora, con el Macri).
Algo dice eso. Puede ser un gran equívoco comparar, pero algo dice. Al menos en Latinoamérica, los electores no asumen ningún compromiso con sus gobernantes ni sus partidos y sus malos o mediocres resultados, determinan cómo vota la gente, esperando como el patriarca Abraham, contra toda esperanza.