Sr. López
Otra vez tragedia. Otra vez donde mismo desde hace milenios, en lo que hoy llamamos Israel y Palestina.
A lo largo de milenios en esa región se construyeron ciudades, Sidón, Jericó, Damasco, Ugarit, Gaza, Tiro, Biblos, Megido, Azor, Samaria, Judea y Jerusalén, claro. En esas tierras se asentaron fenicios, filisteos, amorreos, hicsos, jebuseos, arameos y hebreos; y ha tenido distintos nombres, Galilea, Samaria, Judea, Fenicia, Siria y Palestina que le pusieron los romanos para borrar su nombre de entonces, Canaán (porque los cananeos vivían ahí desde el 3,000 a.C.), en castigo por la rebelión judía (132-135 d.C.). Y Palestina se le quedó desde hace más de 19 siglos.
Esa región por su ubicación ha sufrido guerras e invasiones desde la noche de los tiempos, los egipcios (siglos XIII y XII a.C.); asirios en el 722 a. C.; Nabucodonosor II la arrasó en el 604 a. C.; el persa Ciro el Grande, en el 539 a.C.; también ese junior tan inquieto, Alejandro Magno, en el 333 a. C.; babilonios; sirios; romanos y los árabes en el siglo VII d.C., que ahí están desde hace más de 1,300 años. Y los turcos otomanos derrotaron a los árabes en 1517 y gobernaron Palestina hasta 1917. Imposible dar detalles. Lo sabido por todos es que mucho del pueblo judío acabó regado por el mundo.
A los turcos los expulsaron de Palestina los británicos en 1918, tomándole el pelo al ‘sharif’ (en árabe, el noble descendiente del profeta Mahoma), al que prometieron la independencia de Palestina al término de la Primera Guerra Mundial, cosa que no hicieron consiguiendo que en 1922 la Sociedad de las Naciones (una como ONU de la época), les concediera a los hijos de la Pérfida Albión (por algo el apodo a los ingleses), el ‘mandato’ sobre Palestina (ocupación con otro nombre).
En ese berenjenal, los británicos en 1917, salieron con una vacilada, la Declaración Balfour (por su ministro de Relaciones Exteriores, Arthur J. Balfour), en la que se comprometían a todo y nada: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina (…)”. O sea, sí pero no. Sí un “hogar” para los judíos en Palestina (sin que esa figura de ‘hogar nacional’ estuviera ni esté definida en derecho Internacional), pero sin incomodar a los “no judíos”, árabes palestinos que ahí vivían hacía siglos, milenios, junto con los judíos palestinos, sin grandes achuchones (ni chicos).
Pero a los británicos en Palestina, ni árabes ni judíos les creían ni el bendito y ya era muy numerosa la migración de judíos de Europa hacia Palestina, huyendo de persecuciones y malos modos, que por eso nació el Sionismo.
La cosa se agravó a partir de 1933 por el nazismo en Alemania. La constante llegada de judíos a Palestina alarmó a los árabes que ahí residían y no eran pocos, a fines del siglo XIX los árabes palestinos eran el 95% de la población y para esos años ya eran menos del 70%, y estalló una revuelta árabe de 1936 a 1939. Feo.
Como sea, terminó la Segunda Guerra Mundial y el mundo sintió justificadamente piedad por los judíos cuando se supo de la brutalidad de los nazis y el Holocausto, pero los británicos no aflojaban su Mandato sobre Palestina y ahí entró la ONU, a meter la pata hasta la ingle, cuando el 29 de noviembre de 1947 su Asamblea General, aprobó la infame, ilegal y muy irresponsable Resolución 181, para dividir Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe, con Jerusalén y Belén, bajo control internacional. Si duda usted, imagine que la ONU partiera a México separando al Norte del resto del país… ¡ah, verdad!… esta fue una atrocidad más de la ONU.
Partir un país en dos, por los puros calzones de la ONU, no gustó a los británicos que seguían de metiches en Palestina ni a los árabes porque se violaban sus derechos, sin ningún fundamento legal; además de que la población árabe palestina era todavía mayoritaria (el 67%), y la Resolución 181, otorgaba a los judíos que eran el 33% de la población, el 54% del territorio… si se valiera dividir países, como por qué más espacio a los que eran menos, como por qué. Y ahora Israel domina mayor territorio del que le concedió la ONU, por la fuerza de las armas porque siempre les ganan las guerras a los árabes.
Es la ONU la causa directa de los problemas actuales en esa región que no se resuelven ni se resolverán.
Lo peor de todo es que ahora ya hay generaciones de judíos nacidos en su país, Israel, que no tienen arte ni arte en esta milenaria historia de sangre ni la causaron. Tienen derechos a los que no tienen por qué renunciar. Son hechos consumados. Y al mismo tiempo a los árabes palestinos les asiste la razón histórica. A ver quién es el macho que desenreda esto.
De lo de estos días debe decirse sin medias tintas que los grupos terroristas Hamas y Hezbolá no representan las causas palestinas, ni a los países árabes (tal vez a Irán). El terrorismo es la peor expresión de cualquier causa.
Nada justifica a los terroristas árabes. Nada atenúa el horror de sus ataques a población civil y a traición. Merecen la condena internacional y si hace falta, la intervención.
Muy tristemente nuestro Presidente adoptó una postura tibia. Ayer dijo en Palacio: “Nosotros no queremos tomar partido (…) más que condenas se requieren soluciones pacíficas (…)”. Mal.
Le respondió la embajada de Israel: “Lamentamos profundamente que el Gobierno de México no haya adoptado una postura más enérgica y decidida (…) la historia nos ha enseñado repetidamente, mantener una posición neutral en lugar de tomar partido implica, en última instancia, respaldar y apoyar al terrorismo”.
¡Cuidado! Con Israel nadie tontea. No se dejan de nadie. Con ellos se es aliado o enemigo y no entienden de abrazos no balazos, internacionales.