Sr. López
Lucrecia se llamaba una prima de las de Autlán, guapa de aflojar a su paso los adoquines de la calle y sacarle resina a los postes de telégrafos. Un día, la abuela Elena dijo que la Lucrecia ya se había amolado porque sabía lo ‘hermosota’ que estaba (así dijo). Y sí, segura de que cuando menos se iba a casar con un hijo de Presidente de la república, mínimo de Gobernador, despreció a cuanto doncel la requebró y ya muy quedada acabó mal casada con un pulquero panzón del pueblo. Sabia, la abuela.
Ayer, el diario El Universal, publicó su encuesta de preferencia electoral: Claudia Sheinbaum, 50%; Xóchitl Gálvez, 20%… ¡vaya!, pareciera que la historia está escrita, aunque esa encuesta sea como decir qué competidor va ganando una carrera que empezará dentro de dos meses… bueno, casi: las precampañas se iniciarán en la tercera semana de noviembre y las campañas presidenciales, el 1 de marzo del año próximo que terminarán el 29 de mayo del 2024.
Alguien se está equivocando. O de buena fe las empresas encuestadoras (no se ría), o los asesores de presidencia de la república, conocidos en el mundo del béisbol electorero como Los Mapaches de Palacio.
Inducir la idea de que un candidato tiene segura la victoria en los comicios, a veces se hace para hacer creíble un triunfo y desacreditar cualquier reclamo: ¡siempre fuimos arriba en las encuestas!, se alega en indignada defensa. Pero las encuestas triunfalistas tienen el inconveniente de que el tenochca en reposo, suponiendo que ya ganó aquél por el que le dijeron que tenía que votar, no va a las urnas, ¿para qué?, si, además, con hueso de aguacate quemado se mancha igual el pulgar, por si le piden demostrar que cumplió. Si desde ahora convencen a su gente de que doña Sheinbaum ya ganó, eso no anima a sus potenciales electores a tomarse la molestia de salir a votar. Así somos.
Pero supongamos que es real esa diferencia abismal de preferencias electorales entre las damas que compiten por la presidencia, entonces cabe reflexionar en lo siguiente:
Doña Sheinbaum está metida de cuerpo completo en una campaña poco disimulada por la presidencia de la república desde julio de 2021 cuando el actual presidente López Obrador dio el banderazo de salida y nombró a seis ‘corcholatas’, dando claras señales de que su favorita era doña Sheinbaum y como su pecho no es bodega, así lo declaró en su madrugadora del 7 de septiembre pasado: “yo sostuve desde el principio, yo apoyo a Claudia Sheinbaum”… ni cuenta nos habíamos dado, don.
Así las cosas, resulta que doña Claudia tiene dos años y dos meses promocionándose, 26 meses, con el apoyo abierto (descarado) del aparato oficial: el Presidente, Siervos de la Nación, Secretaría del Bienestar y la mayoría de sus 20 gobernadores (incluido Morelos, claro, y antes de que ganaran el Estado de México), más carretadas de dinero, cantidades inimaginables de dinero de nosotros porque es del erario. De esta manera, doña Sheinbaum, en 26 meses y trepada en el tractor del Presidente, tiene el 50% de preferencia electoral… pues que se preocupen: equivale al 1.92% de avance mensual.
Sí, que se preocupen. Xóchitl Gálvez fue a ejercer su derecho de réplica a Palacio Nacional el 12 de junio pasado. No le abrieron la puerta. Para fines de junio Xóchitl dijo que se andaba animando a lanzarse por la presidencia de la república. Se lanzó. O sea, promoviéndose tiene tres meses, sin un peso, sin aparato de gobierno, sin una barda, sin un espectacular, sin un autobús… y aparece con 20% de preferencia electoral. Con esa tendencia, al ritmo de 7% mensual, dentro de ocho meses, fin de las campañas electorales, va a andar en el 86% de preferencias.
Claro que esas cuentas a marro no son ciertas, igual que las encuestas que dan por triunfadora a doña Sheinbaum, a menos de que estemos ante el prodigio de que por primera vez en la historia nacional algo esté hecho con rigor absoluto y veracidad a prueba de bomba. Pero igual, sirve comparar con esas cifras a la Goliat apoyada por el señor de Palacio, contra una David, chiquita y solita (¡pero con unos…!). Y más claro se nota al comparar 26 meses de promoción contra apenas tres, para darse cuenta que doña Sheinbaum no trae a Dios de las barbas.
Por supuesto es posible que se levante con el triunfo doña Sheinbaum, habida cuenta de que el señor de Palacio sabe todo sobre las artes electorales y que lo piensa lograr cueste lo que cueste. De ninguna manera va a ser fácil derrotar a la maquinaria oficial. Pero no se le olvide que cuando la elección de Fox, de 55 encuestas realizadas de noviembre de 1999 al 23 de junio de 2000, 45 daban por ganador a Francisco Labastida y no se le hizo. Las encuestas no votan, cobran (con sus honorables excepciones… se solicita información).
Sin embargo, la candidata Sheinbaum tiene algunos problemas, el principal es que ella es la candidata y no su patrón. No es problema pequeño: en 2021, cuando el Presidente estaba en la plenitud de su poder, Morena y asociados sin él en las boletas, sacaron menos votos que la oposición (eso es derrota, se vea como se vea), perdieron 46 curules en la Cámara de Diputados para quedar apenas arañando la mayoría simple, y se les esfumó su hegemonía en la CdMx, derrota muy dolorosa a cargo de doña Sheinbaum, por cierto.
Otro problema es que el discurso de doña Sheinbaum es de continuidad, pareciera que estuviera haciendo campaña promoviendo a López Obrador… y él no va. Y añada usted una cosa: la popularidad del Presidente no es transferible y casi nadie repara en que el elector va a encontrarse en la boleta el símbolo de Morena y Morena tiene casi cero arrastre porque todo es mérito del Presidente que se empeñó todo su gobierno en que no creciera su organización como partido. Bueno, lo logró.
Y aparte, el elector estándar encontrará en la boleta junto al símbolo de Morena un nombre que no saben ni pronunciar, de una señora que muy mal hará en creerse que ya ganó porque está visto que es temible el tenochca con crayola.