Sr. López
Alarmadísima tía Jose (Josefina, claro), descubrió que la “muchacha” (ahora, sirvienta es insulto; criada, peor), estaba embarazada. Su preocupación no era tanto eso, sino que el responsable fuera su hijo, el impresentable primo Pepe, al que le pidió con voz quebrada y ojos llorosos, que “por una vez” le dijera la verdad y él respondió: -No, no fui yo… pero casi -era cierto.
Pues el Presidente ayer, tan fresco, aseguró que en el secuestro y seguro asesinato de los 43 normalistas de Ayotzinapa “fue el Estado”:
“Claro que fue el Estado, sin duda, porque el Estado pudo en su momento aclarar las cosas y no fabricar mentiras, no hay duda”.
O sea, el señor asegura que fue el Estado porque dijo mentiras, sin distinguir que eso es muy distinto a matar personas. Fue el Estado. Palabra presidencial.
Antes dijo que se trató de “un contubernio entre autoridades locales con la delincuencia, así como algunos elementos del ejército” y agregó que la participación del ejército “pudo limitarse al delito de omisión”… no hay borracho que coma lumbre. También aclaró que quienes eran Presidente (Peña Nieto) y Secretario de la Defensa (Salvador Cienfuegos), están libres de pecado: “Que, desde el gobierno, Peña hubiese ordenado o el General Secretario de entonces, la desaparición de los jóvenes, no, no”.
Pareciera que nada más quiere aquietar a los deudos de los normalistas, diciendo como ellos dicen, que “fue el Estado”. Pero si fue el Estado tal vez estaríamos ante un crimen de Estado con el inconveniente de que tal cosa no existe en nuestro Derecho ni en el Internacional.
Así las cosas, sin una definición de Derecho positivo, aceptemos que al oír “crimen de Estado”, viene a nuestra mente la idea (borrosa) de que es algo cometido por el gobierno, por las autoridades de un Estado, contra la gente por motivos raciales, políticos, religiosos, etc., y que responde a una política del gobierno de ese Estado, no a un acto criminal aislado, advirtiendo que tales delitos pueden ser ejecutados por las fuerzas policiacas o militares de ese Estado o por criminales cómplices de las autoridades o tolerados.
Crimen de Estado es por ejemplo, cuando se asesina a ciertas por personas por su raza o se les obliga a vivir confinados en barrios, guetos o también, que se prohíba legalmente, contraer matrimonio con ellos. Si está usted pensando en la Alemania nazi persiguiendo judíos, acierta, pero este menda se refiere a la matanza por tropas maderistas, de 303 chinos en Torreón, Coahuila, más o menos la mitad de esa comunidad masacrada el 15 de mayo de 1911.
¿No lo sabía?, no se preocupe, buen cuidado hemos tenido en ocultar ese crimen y más cuidado se ha puesto en ni mencionar que los anarquistas seguidores de Ricardo Flores Magón, en la región de La Laguna, predicaron con saña contra los chinos desde 1907, por considerarlos “una migración indeseable, una competencia a los trabajadores mexicanos”.
Y casi seguro tampoco recuerda o sabe, que en otro estado, en Sonora, se promulgaron leyes contra los chinos por serlo. La idea era que del mestizaje entre sonorenses y chinos, resultaría una “raza degenerada”. Desde 1916 se inició una campaña denostando a los chinos, en Hermosillo, Navojoa, Nacozari, Nogales, Agua Prieta y para 1919 se creó un comité contra los chinos.
Así preparado el terreno, el 8 de diciembre de 1923 el Congreso de Sonora aprobó la Ley 27 que ordenaba la creación de guetos en todos los municipios del estado, donde deberían vivir los chinos aislados de la población entre otras razones por traer a nuestra idílica nación la lepra, la sífilis y el tracoma; y sin pudores, abiertamente, se estableció en la exposición de motivos de esa ley su carácter racista: “La degeneración de la raza es un problema en la costa occidental, pues hay cientos y quizás miles de niños de ojos atravesados”.
Si la matanza de los chinos fue a cargo de tropas maderistas que no eran gobierno, eso no fue un crimen de Estado, pero sí lo fueron esas leyes xenófobas que violaron todos los derechos de los chinos en Sonora. Esos son crímenes de Estado y tal vez no lo sea la matanza de los normalistas, a cargo de una banda de delincuentes con la complicidad de policías municipales y militares que a fin de cuentas eran parte de esa banda porque hasta el momento y nueve años después, no hay autoridad implicada, ni el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien fue exonerado de ese crimen en mayo de este año.
Como sea, el Presidente dice que en lo de Ayotzinapa fue el Estado porque “pudo en su momento aclarar las cosas y no fabricar mentiras”.
Si ese es el criterio entonces el Presidente y más de uno de su gabinete serían responsables de crímenes de Estado cuando menos por alguna parte de los 800 mil muertos por la pandemia del Covid 19, porque no aclararon las cosas y al principio mintieron al decir que el cubre bocas no era necesario, porque se negaron a hacer pruebas masivas y todo el tiempo mantuvieron los aeropuertos abiertos a la llegada de vuelos internacionales que llegaron con contagiados.
También sería responsable el Estado, con el criterio presidencial, de algunos de los 167 mil 400 homicidios dolosos que ya acumula al inicio de su sexto año de gobierno por no aceptar que “abrazos no balazos” no da resultados, por engañar al asegurar que la creación de la Guardia Nacional disminuiría en 50% los asesinatos y por mentir sobre el número de muertos. Y son muchos más los muertos de este gobierno, más de 13 mil 511 mujeres asesinadas, más de 3 mil niños muertos por cánceres curables, por la falta de medicamentos que niegan, mintiendo.
Ni comparar con 303 chinos y 43 estudiantes, sin minimizar la muerte de nadie, que cada asesinato es terrible, pero en cuestiones de gobierno se deben hacer números y compararlos.
Y como uno no es nadie para dudar de la palabra presidencial y considerando su estilo personal de gobernar en el que él encarna al Estado y solo él toma decisiones, entonces, sí, sí fue el Estado, porque el Estado es él, solo él.