Sr. López
De veras, en buen plan, sin que se interprete esto como una velada descalificación a nuestro Presidente… ayúdenlo. No se vale. Lo dejan solo. Lo dejan hablar a su aire, se exhibe y ninguno de sus colaboradores cercanos se apiada de este pobre hombre. En serio. No sean así.
Mire usted, ayer, en su acostumbrada madrugadora, preocupado por los problemas migratorios, de violencia, de drogadicción, preguntó que se podría hacer si no se atienden las causas y dijo clarito:
“(…) no hay nada, no hay una política de buena vecindad, como en la época del Presidente Franklin Delano Roosevelt o una política como la de la Alianza para el Progreso, que aplicó el Presidente Kennedy, no existe ningún plan para el desarrollo de los pueblos de América Latina y el Caribe y la ONU tampoco tiene un plan o promueve un plan para atender los grandes y graves problemas de los países del mundo”.
Dirá usted que esa declaración no tiene nada de malo. Bueno, dejemos a un lado su nada informado reclamo a la ONU, revisemos lo de la “política de buena vecindad, como en la época del Presidente Franklin Delano Roosevelt”.
¡Ay, Presidente!, esa Política del Buen Vecino la impusieron los EUA a toda America Latina en el año de 1933, porque el tío Sam duerme con un ojo abierto y ya venían venir lo que luego fue la Segunda Guerra Mundial y se aseguraron bajo la supuesta “solidaridad hemisférica contra amenazas exteriores”, que toda Latinoamérica apoyara a los EUA en esa guerra contra Alemania (a la que se sumaron Italia y Japón), y así fue, a querer o no, incluida Argentina que resistió cuanto pudo (Juan Domingo Perón su presidente era pronazi, pero en serio).
Respecto de México, la Política del Buen Vecino cesó el boicot a nuestro petróleo (después de la expropiación cardenista), porque los EUA necesitaban no tanto comprarnos (tenían suficiente), sino que no fuéramos a venderle a Alemania (había contratos firmados); nos permitió reactivar las exportaciones de plata y cancelaron prácticamente todos los intereses de nuestra a deuda exterior; nos compraron materias primas que requerían junto con productos semimanufacturados y se implementó una política de estímulo a inversiones extranjeras y al financiamiento de industrias básicas. A los EUA les convenía en ese trance un vecino proveedor, menos pobre y no tan ahogado en deudas.
Al mismo tiempo, la Política del Buen Vecino hizo posible que se enrolaran mexicanos en el ejército yanqui y 14 mil 449 mexicanos se fueron a combatir bajo la bandera de las barras y las estrellas (los del escuadrón 201 fueron luego, a principios de 1945, contra Japón pero ellos sí con la insignia mexicana pintada en el timón de cola de sus aviones y eligieron como distintivo en sus aviones… la caricatura de Pancho Pistolas, no tenemos remedio).
La Política del Buen Vecino, incluyó, una vez los EUA entraron a la guerra -diciembre de 1941-, que se implantara el Programa Bracero -formalizado en agosto de 1942-, que se llamó Acuerdo de Labor Agrícola Mexicana, porque el envío de tropas al frente de guerra provocó escases de mano de obra agrícola en los EUA, mano de obra que proporcionó México y que nuestros vecinos presentaron ante su población como algo muy conveniente: ‘strong arms to aid the USA’ (brazos fuertes para ayudar a los EUA), pero para los braceros fue un compendio de explotación laboral, violación de derechos humanos, alojamiento en barracas insalubres y padecer prácticas discriminatorias infames y constantes.
Eso fue la Política del Buen Vecino de Roosevelt, una vergüenza, un pacto impuesto para apoyar a los EUA, con beneficios residuales para nosotros. Y ahora invoca nuestro Presidente esa política yanqui como si hubiera sido algo muy bueno para México. ¡Ayúdenlo!, es cosa de que le tengan paciencia.
Y sobre lo de que ahora no contamos con “una política como la de la Alianza para el Progreso, que aplicó el Presidente Kennedy”, de verdad parece broma, mala.
La Alianza para el Progreso (ALPRO), fue una política proyectada para toda Latinoamérica y el Caribe con diez años de duración (1961–1970), diseñada por el gobierno de Kennedy para contener los movimientos revolucionarios procomunistas que tanto los preocupaban, a la vista del castrismo en Cuba, en plena Guerra Fría contra una URSS militarmente amenazadora.
Se presentó como un plan de ayuda para sacar del retraso en todos los órdenes a los países latinoamericanos y del Caribe, para “mejorar la vida de todos los habitantes del continente” con una inversión total de 20 mil millones de dólares. En agosto de 1961, se reunieron en Punta del Este, Uruguay, 22 países integrados a la Organización de Estados Americanos (OEA), donde mandaban y mandan los EUA, y aprobaron la carta orgánica de la ALPRO.
Muy bien, pero aparte de algunas ayudas que poco cambiaron la situación regional, porque los fondos de la ALPRO se radicaban a empresas de los EUA que los invirtieron a través de empresarios locales de cada país con tanto tino que súbitamente surgieron políticos enriquecidos en la región. Y peor: pronto se vio que el grueso de los dineros se canalizó a las fuerzas de seguridad, equipadas y entrenadas para el control de disturbios, junto con miembros de los ejércitos que fueron entrenados en técnicas antirrevolucionarias. La “ayuda militar” de los EUA creció un 50%… y curiosamente entre 1961 y 1967, hubo en Latinoamérica 17 golpes de Estado a cargo de los bien entrenados militares.
La ALPRO en nuestra región y el mundo no es vista como un plan de ayuda sino como una acción injerencista diseñada para que tuviera la previa aprobación de los países que debían mantenerse bajo la autoridad de la Casa Blanca. Fue un proyecto hegemónico. Punto.
La Política del Buen Vecino y la ALPRO, son ejemplos de lo que no debemos repetir por representar en resumen, la aceptación de que los EUA aquí, mandan. Y dejemos en paz a los colaboradores del Presidente: nadie puede adivinar de qué va a hablar el señor ni qué va a improvisar. Ya falta menos, ya como sea.