Sr. López
Tía Macha se llamaba María pero nadie le decía así, era tía Macha. Enviudó joven, quedó con una hija que se le puso pasada de guapa y un rancho allá en Autlán, con cuatro vacas tuberculosas que ella hizo un emporio en el que peonada y caporales, la veían y se iban de lado porque sabían que si hacía falta, se alzaba las faldas (llevaba en la pantorrilla su revólver, un Colt .45 que parecía cañón). Fumaba puro.
Contaba la abuela Elena que la hija se casó y que tía Macha notaba que a su nena faltaba ese brillo que en los ojos tienen las recién casadas y le sacó la verdad: seguía tan virginal como había nacido. La tía se alzó las faldas para ir a ver a su fallido yerno y como su hija le rogó que le tuviera paciencia, le dijo: -En esto, el que no sirve desde el principio, no sirve -y lo sacó del pueblo tiroteándole los pies. Ya luego la chamaca nomás se juntó con otro y le salía la alegría por los poros, decía la abuela.
Día primero de diciembre de 2018, discurso de toma de posesión del cargo de Presidente de la república de Andrés Manuel López Obrador, 30 mil 828 palabras dichas casi piafando, como caballo al que urge iniciar la largada; 30 mil 828 palabras en las que hizo no pocos compromisos, pero una frase retumba todavía dentro del cráneo de su texto servido: “No tengo derecho a fallar”. Falló.
En asuntos sueltos, falló. Falló en su guerra al huachicol (con 135 muertos en Tlahuelilpan), huachicol que sigue; en el culiacanazo que humilló al ejército; en el asilo a Evo Morales; en la pandemia con 800 mil muertos; con lo de Ayotzinapa que no se aclaró; en la amistad con Trump que avergonzó a México; en el juicio a expresidentes; en exigir a España que nos pidiera perdón; en los barriles sin fondo de Dos Bocas y el Tren Maya que no va ningún destino; falló a su compromiso público de no clausurar el aeropuerto de Texcoco (330 mil millones a la basura), más el costo del AIFA, 104 mil 531 millones más casi 24 millones mensuales de pérdidas de operación; falló en la rifa-no-rifa del avión presidencial que vendió en 92 millones de dólares, siendo que se compró en 114.6 millones de dólares y la Sedena sigue pagando el crédito a Banobras.
En asuntos de fondo, falló. Falló en erradicar la corrupción de los altos estamentos del gobierno, que no sigue como antes sino peor que solo los 15 mil millones de Segalmex son un récord indiscutible en la historia de la corrupción nacional; falló su reforma eléctrica y electoral (en buena hora); en el crecimiento del PIB y su sexenio promediará (con buena suerte), el 1% anual que el propio López Obrador en su mañanera del 2 de febrero de este año, dijo que “sería una hazaña” cuando él exigía la renuncia de Peña Nieto por el 2% de su sexenio, sin mencionar que el 24% del PIB lo produce la economía informal, la mayor en doce años, recurso desesperado de los olvidados del sexenio.
Falló en lo que más importa al tenochca estándar: la inseguridad campea por el país y en lo que va de su gobierno, del primero de diciembre de 2018 al 28 de agosto de este 2023, según el registro de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, vamos en 164 mil 545 homicidios dolosos (y le falta un año a su periodo), lo que lo hace el peor sexenio desde tiempos de la guerra cristera y muy por encima de los 85,391 homicidios que hubo en el sexenio entero de Felipe Calderón y los 108,124 del de Peña Nieto completo. Y eso sin contar los más de 40 mil desaparecidos que ahora quieren disminuir alterando su registro… infames.
Falló en compromisos asumidos claramente en su discurso de asunción del cargo; dijo: “Iniciará de inmediato el programa de atención médica (…) se volverá universal en todo el país este programa de atención médica y medicamentos gratuitos, a la mitad del sexenio. Es mi compromiso”. Y estamos en medio de una acallada crisis hospitalaria, sin medicamentos y esperando que el Todopoderoso obre el milagro de que al final del sexto año, el IMSS Bienestar consiga lo que no va a conseguir, después de la destrucción del Seguro Popular y el hundimiento del Insabi.
Falló en otro compromiso contraído en ese discurso que en Palacio quisieran olvidar; dijo: “Tampoco, que se oiga bien y que se oiga lejos, tampoco vamos a endeudar al país… ya no va a aumentar la deuda pública. Ese es nuestro compromiso”. Falló, según la Auditoría Superior de la Federación en sus primeros cinco años de gobierno ha contratado deuda, interna y externa, por más de 3.314 billones de pesos en los últimos 5 años, equivalentes a un incremento del 39.9%… sí, 3 billones 314 mil millones, 3’’314,000’000,000.00 para que le arda la cifra al que se comprometió a no contraer deuda. Que se oiga bien y que se oiga lejos, falló.
Le falló a los campesinos; en su galano discurso, dijo: “Se ayudará a productores del campo con subsidios y precios de garantía, y se venderá a precio justo una canasta de alimentos básicos para combatir la desnutrición y el hambre”. Los campesinos braman por el abandono en que están y esa canasta nunca se hizo, nunca.
Sin embargo de este muy resumido rosario esperpéntico de fallos, errores, improvisaciones y necedades, la esperanza muere al último y dado que se aproxima el proceso electoral de 2024 (las precampañas conforme a la ley serán del 18 de noviembre de este año al 16 de enero de 2024 y las campañas, del 1 de marzo al 29 de mayo del 2024), confiemos en que no olvide que al tomar el cargo se comprometió a “(…) el que utilice el presupuesto para favorecer a candidatos o partidos, irá a la cárcel sin derecho a fianza”.
Pero, ¡espere! (como dicen en los infames ‘infomerciales’), el Presidente inició el 5 de julio de 2021 la campaña de sus corcholatas, casi tres años antes de las elecciones y por denuncias de sus propios correligionarios (sí, diputados de Morena y alguno que estuvo en su gabinete), ha sido una fiesta de trapacerías y robadera del erario. Bueno, cárcel sin derecho a fianza, aunque en esto, el que falla al principio y falla en medio, sale fallando, no falla.