Ernesto Gómez Pananá
Hace apenas unas semanas, era alguien más del montón. Casi una desconocida en todo el país. Pocos, muy pocos habrían apostado a su favor. Si acaso se le conocía, era por algunas ocurrencias, por ahí algún video que se volvió viral, pero nadie le consideraba con potencial ganador: Las estrellas, el grupo fuerte del que saldría -saldrá- quien se alce con la victoria, eran otras y otros, el grupo de los más populares, con más trayectoria y sobre todo, bendecidos por la maquinaria para la cual trabajan desde hace años. Décadas.
Al nacer, la persona en cuestión-quien protagoniza este relato- tenía un futuro aparentemente definido: por su condición estaba destinada a usar cierta clase de ropa, vivir en determinado entorno socioeconómico, hablar de cierta forma y tener un cierto grado de estudios. Estadísticamente impensable convertirse en celebridad, en crear una empresa exitosa, en ocupar alguna posición pública importante. Su color de piel, su pobreza, sus estigmas se lo impedían.
Esa persona fue creciendo y se asumió y se fue distinguiendo por su creatividad, por sus ocurrencias. Por su chispa. Ciertamente venía logrando cierta notoriedad. Era conocida en su entorno local aunque no todavía en el ámbito nacional.
No obstante este boom de semanas recientes, debe precisarse que desde antes, cuando nadie conocía ni su nombre ni sus expresiones populares se ponían de moda, decidió enfrentar esa loza que le condenaba y dejar de ser eso a lo que se le predestinaba: sin negar su origen se despojó de esa identidad de cuna y familiar y transitó para ser alguien más, alguien que verdaderamente le hiciese sentir plenitud. Empezaba su transformación.
Aprendió expresiones nuevas, se acercó a personas similares que habían logrado su transición con éxito y poco a poco fue progresando. Con mucho esfuerzo siguió adelante, vendió gelatinas, vendió tamales. Todo con tal de cambiar su destino y por qué no, abonar a cambiar el futuro de su entorno. Que nadie en su condición fuese condenado por ese simple hecho.
Súbitamente, como tantos en otros casos de los tiempos actuales, las redes sociales fueron su catapulta a una inesperada y exponencial popularidad. De repente le surgieron fans por todo el país reivindicándole, cientos de simpatizantes vitoreando sus causas y obligando a los otros jugadores a reconocerle, a aceptar que las reglas de la contienda cambiaban y que alguien más estaba en la pelea por la victoria. Alguien “equis” que se convierte en oponente real. Si, me refiero a Wendy, la mujer transgénero oriunda de León Guanajuato, que nació con piel morena, en cuerpo de varón, y en la pobreza y que por alguna -atinada- cuestión mercantil fue incluida en el reality show La Casa de Los Famosos México y hoy está en la pelea frente a otros adversarios con décadas en el negocio y en una de esas sorprendentemente gana, porque es la gente quien elige y vota.
Oximoronas 1
Vaya una calurosa felicitación al equipo del Diario Ultimátum por su primer sexenio de vida. Mi agradecimiento por su amable hospitalidad.
Oximoronas 2
Saludes y salud para mi compañero de páginas Juan Carlos Cal y Mayor. Saludes y salud para él y los suyos.