Sr. López
Tío Alejandro era un gourmet, oliendo un platillo sabía si estaba salado, catando un vino solo le faltaba decir el nombre del que cosechó las uvas. Y por eso era admirador de la abuela Virgen (la de los siete hijos), que cocinando eran la emperatriz de las Américas, con un defecto: no daba una receta ni bajo interrogatorio judicial. Un día, estaba el tío paladeando un bacalao a la vizcaína de la abuela que valía lo que un billete premiado de la Lotería, y sabedor de que todas las señoras de la familia querían la receta, le dijo: -Virgen, Virgen, dales la receta con todo y secretos, ya verán que les falta lo que Dios te dio, “la mano” –se hinchó de orgullo la tontuela y querida abuela… pero no soltó prenda.
Sí, hay cosas para las que no valen las recetas. Gobernar es una. Y es cosa seria porque para nuestra especie, es el oficio más importante, el más noble si se ejerce bien y a las derechas, el más fétido cuando se defrauda a la sociedad.
Un mal gobierno puede hacer difícil la vida a la comunidad y lo contrario, el buen gobierno, aunque no asegura que la vida sea mejor para cada individuo, al menos significa no estorbar a nadie. No es poco. Y aprovecha este menda para aclarar que es una reverenda tontería decir que la felicidad de los gobernados es el objetivo del gobernante, la felicidad es subjetiva y hay pobres muy felices, y ricos que arrastran la vida con pesar.
Y gobernar bien es muy difícil, pues la materia de esa labor, es la gente, cada una con sus propias aspiraciones, necesidades y opiniones; y los grupos de interés, partidos políticos, sindicatos, gremios empresariales, intelectualidad, academia y tantos más, junto con los que representan gobiernos, empresas extranjeras y entidades internacionales. Aparte, los criminales. Mucha complicación.
Respecto de nuestro actual Presidente, el primer trompetazo de advertencia para su texto servidor, fue cuando el 25 de junio de 2019, ya casi en su octavo mes en el cargo, dijo: “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar”… ¡focos rojos! ¿No tiene mucha ciencia?… ¡dioses! Claro que el legendario optimismo de este tecladista, le hizo pensar: “eso dice, seguro no lo piensa”… y pasaron los meses y los años… y sí, sí piensa así y peor: confunde hacer política con gobernar y sostuvo (mismo día) que “la política es transformar, es hacer historia”. No, señor, no.
Gobernar es palabra derivada del griego, significa “pilotar una nave” (no es sabio este menda, eso dice el diccionario), y dice también, que gobernar es “mandar con autoridad o regir algo”; “dirigir un país o una colectividad política”; “regirse según una norma, regla o idea”. ¡Ah!: gobernar es regir, dirigir con apego a la ley. Ya es algo.
Pero como gobernar no es cosa fácil, lo estudian muchos pensadores y políticos. El respetado académico, pionero de los estudios sobre liderazgo, Warren G. Bennis (1925-2014), enseñaba que “el objetivo del gobernante no es hacer las cosas de la forma adecuada sino hacer las cosas adecuadas”. ¡Vaya!
Cuando hablamos de gobernar un país, entonces, la premisa es el respeto a la ley de parte del gobernante que una vez armado con la autoridad moral que da esa conducta, puede liderar la conducción política de la sociedad y administrar en bien de ella los recursos y bienes del país, incluidos aquellos bajo la responsabilidad del gobierno, empezando por el erario, el dinero que le sacan a todos los ciudadanos para administrarlo en su beneficio. Lo demás es música de viento.
Y otra advertencia, por más que lo haya dicho el grandísimo Franklin D. Roosevelt, el liderazgo del gobernante no es liderazgo moral, grandísima bobada, pues a los gobernantes la moral les es ajena ya que corresponde a las costumbres de la gente y la comunidad; lo de los gobernantes es la ética (que no es lo mismo), y la ética del gobernante está expresada en primerísimo lugar, en la ley, y ya luego si de verdad se sujeta a la ley, podrá resolver con mejores posibilidades de acierto todo lo muchísimo que se le presentará sin estar previsto en las normas, que las contingencias públicas son inabarcables, advirtiendo que los actos de gobierno siempre deben estar dirigidos al interés público y sus decisiones no deben adoptarse buscando el aplauso, la popularidad, ni andar bailoteando en encuestas.
El caso de nuestro Presidente está de estudio entomológico. El 13 de junio del 2021, en una gira por Oaxaca, soltó:
“No es por presumir, pero México es un ejemplo a seguir en el mundo en esta forma, en esta manera de gobernar con el pueblo, con honestidad, con austeridad, con eficiencia, con democracia garantizando el derecho a disentir la pluralidad, todo esto es lo que estamos logrando con la participación de todas y todos, desde la gente más humilde, pobre, hasta los profesionales, integrantes de las clases medias y también los empresarios”.
¡Un ejemplo a seguir en el mundo!, así se ve a él mismo, no a México. No gobierna con el pueblo, eso es una frase fácil. No gobierna con honestidad porque aunque él fuera íntegro químicamente puro, permite la corrupción y si no, la encubre, sobran ejemplos como el de ayer diciendo que “¿cuál es el problema?” por los viajes VIP de su Secretario de la Defensa. Tampoco es austero, que tira el dinero a carretadas en proyectos y ocurrencias, sobran ejemplos. Y su garantía de democracia respetando a los que disienten, es ya de risa loca, dada su manía de insultar a diario a cualquiera que se atreva a no coincidir con él, ayer le tocó a la Suprema Corte. Y en pleno delirio dijo lo de que propicia la participación de todos, cuando ni los de su gabinete tienen permiso de abrir el pico. Es el Presidente más solitario que hemos tenido, por su gusto y su desconfianza patológica. Pobre hombre, pobre México.
Y también ayer dijo que el 1 de septiembre del 2024, cuando le queden 29 días de gobierno, va a mandar iniciativas de reformas a la Constitución, comprobando que no sabía y no aprendió a gobernar, lo suyo era hacer historia y sí, va a ser histórico.