Sr. López
Le decían El Chiquilín, medía dos metros y pico de alto y uno y medio de hombro a hombro, era una bestia y vivía en el mismo barrio que tío Agustín y tía Pepa, padres del impresentable primo Pepe. El Chiquilín fue un día a decirle a tío Agustín que metiera al orden a Pepe o lo metía él, por un asunto de Pepe con la hermana de él. El tío a pesar de medir menos de un metro sesenta, se engalló, le dijo que en su casa mandaba él, lo mandó a volar y estuvo varios días en el sanatorio después de una trompada -una-, que le puso El Chiquilín. Antes de ser dado de alta, Pepe le dijo a su papá que para seguir mandando él en su casa, lo mejor era cambiarse a otra casa: -Con El Chiquilín nadie juega, papá, ni yo –el tío solo asintió porque tenía cosidas con alambre las mandíbulas. Ni modo.
No se puede aceptar la amenaza de algunos políticos de los EUA, de que mandarían tropas de su ejército a combatir narcos dentro de nuestro territorio. En esto todos debemos respaldar al presidente López Obrador, quien ayer repudió la propuesta: “(…) hay que estar rechazando todas esas pretensiones de intervencionismo, México es un país independiente y soberano”. Sí señor.
Agregó que ni siquiera es aceptable que certifiquen y digan que hay o no hay terrorismo en un país, porque nada les da esa facultad y que es su manía calificar quién se porta bien o mal. Bien dicho.
Lo malo es que presumió que el pasado 27 de febrero, el Departamento de Estado yanqui, en su informe ante el Congreso de su país dio a conocer “que no hay en México ninguna vinculación con grupos terroristas y que la cooperación en este tema es buena entre los gobiernos”… no, señor Presidente, iba usted muy bien, ¿para qué invocar un informe del gobierno de los EUA, como prueba de que andamos bien?, si usted mismo dice que no es aceptable que emitan esos certificados de buena conducta ¿para qué presume que aprueban a su gobierno es esta materia?
Y dijo más porque se siente rebonito predicar desde Palacio Nacional. Agregó que hay legisladores del Partido Republicano, como Dan Crenshaw que están en contra de México “(…) y le paso al costo a nuestros paisanos que recuerden que el que no quiere a su patria, no quiere a su madre (…)”, y remató de pecho diciendo que hay legisladores de los EUA que siempre están denostando a México para sacar “raja” electoral y les recalcó a los mexicanos que son ciudadanos estadounidenses y votan allá “(…) que no se olviden de estos agravios”. O sea, nuestro Presidente tratando de influir en el voto de ciudadanos de ese país que aun teniendo raíces mexicanas, son para todo efecto, eso, ciudadanos estadounidenses. Eso también es intervencionismo, digo.
Lo malo es que el tal Crenshaw, aparte de ser un muy condecorado exmarine, excombatiente en Afganistán (donde perdió un ojo), es un político que no se achica ante nadie y hablando es la versión yanqui de los apasionados morenistas que acá tenemos: no respeta nada. Por eso ayer mismo don Crenshaw le respondió a nuestro Presidente:
“Hoy el presidente de México dijo que se opone a mi proyecto de ley para autorizar la fuerza militar contra los cárteles mexicanos. Me alegro de que finalmente se esté enterando. López Obrador, ¿cómo te sentirías si una pandilla estadounidense estuviera envenenando a 70 mil mexicanos cada año con fentanilo? Todo lo que queremos es enfrentarnos a los poderosos criminales que aterrorizan al pueblo mexicano, sobornan y amenazan a los políticos mexicanos y envenenan a los estadounidenses. ¿Está en contra de eso, señor presidente? ¿A quién representas? ¿Los cárteles o el pueblo?”.
Majadero, deslenguado, obtuso… sí, pero no es nada recomendable quedarse muy tranquilos solo porque nuestro Presidente ya le dio una mañanera contestada.
No señor, no basta, son llamadas de atención a tomar muy en serio. La semana pasada el muy poderoso diario The Wall Street Journal, en un artículo titulado “Estados Unidos debe derrotar a los cárteles de la droga de México”, publicó las declaraciones de William Barr, el que fue fiscal General de los EUA con el tal Trump, quien también sugirió la intervención del ejército de los EUA en territorio mexicano, para atacar a los cárteles de la droga y así solucionar la crisis del fentanilo, dijo: “La cabeza de la serpiente está en México y ahí es donde se debe dirigir el empuje principal de nuestros esfuerzos”.
Y como a los políticos estadounidenses en general, les preocupa más el clima en Hawaii que la palabra de nuestros presidentes, agregó el Barr muy orondo: “En realidad, AMLO no está dispuesto a tomar medidas que desafíen seriamente a los cárteles. Los protege invocando constantemente la soberanía de México para impedir que Estados Unidos tome medidas efectivas”. Falso. Miente. Sí, sin duda. Pero con el tío Sam las explicaciones y declaraciones, por más ciertas o ingeniosas que sean, valen de poco. Con esos hay que hablar con el idioma de los hechos.
Difícilmente van a mandar tropas a combatir en nuestro territorio a los narcos, entre otras cosas porque nuestro Presidente en ese momento, les revienta su frontera con una oleada continua de migrantes indocumentados nacionales y centroamericanos; y porque ya contra las cuerdas, nuestro Presidente es muy capaz de decretar nuestra salida del T-MEC (por invasión militar, por si le parece poco), que le vendría al pelo para hacer charamuscas con nuestras leyes, las electorales también, ya estando oficialmente en guerra ¡con los EUA.
¿Qué sigue?, esto con saliva no se va a resolver. México tiene pendientes en esta materia del narco y los EUA también. Nosotros, bien podemos corretear a los productores de fentanilo, claro, pero ellos deben impedir el trasiego de la catarata de dinero que en su país gana el narco y la venta indiscriminada de armas y municiones. Es problema de dos y de dos la solución. Mientras, no se recomienda dar a los EUA otra excusa que le encanta: la defensa de la democracia.
La embestida contra el INE la puede capitalizar el matón del barrio