Sr. López
Ya le he contado del maestro de educación física, el Perro Gómez, del colegio modelo Auschwitz, en que trituraron la infancia a este López que ni olvida ni perdona. El futbol era obsesión del Perro, quien nos entrenaba a su estilo: correr alrededor de la cancha hasta el desmayo y luego, explicaciones en el pizarrón, probando la imposibilidad de perder nunca: -“Uno” la pasa a “Cinco”, que la filtra a “Diez” y remata rasito al poste: gol; el portero despeja de aire, “Ocho” mata de pecho, la retrasa a “Seis” que da pase elevado a “Nueve”, remate de cabeza: gol -en el pizarrón éramos campeones; en la cancha dábamos pena y el Perro premiaba el esfuerzo del equipo con regañadas que nos echaban el pelo para atrás… y más vueltas a la cancha. Pensar que no hay Infierno.
Será por eso que su texto servidor siempre ha recelado de las sencillas recetas para gobernar bien al país y ponerlo en la senda del bienestar, que durante más de 18 años predicó nuestro ahora Presidente, quien ya siéndolo se aventó la puntada de decir que gobernar no tenía mucha ciencia.
Su receta básicamente consistía en afirmar que con él en La Silla no habría corrupción y que así, el presupuesto nacional alcanzaría para todo y bien, empezando con los pobres, porque eso sí: ¡primero los pobres! (y sin endeudar al país, eso muy claro: él no iba a contratar deuda, no hacía falta, era parte de la robadera de los neoliberales). Luego, que la inseguridad pública se resolvería en seis meses, un año, dos años, gracias a los efectos de pasteurización de la sociedad de sus programas sociales (aparte de que acusaría a los malandrines con sus señoras mamacitas).
Ya así lo demás era coser y cantar porque no se le olvide: gobernar no tiene mucha ciencia. Combustibles baratos, alimentos, empleo, crecimiento y servicios de salud como en Dinamarca. Padre.
El Presidente insiste en que no ha contratado deuda y el 28 de diciembre pasado, informó una grandísima noticia: había anticipado la recompra de un bono de mil 272 millones de dólares (por ahí de 25 mil 400 millones de pesos), lo que disminuiría a la mitad el pago de intereses a partir de 2025, para no dejarle problemas al siguiente gobierno, porque él estaba pensando ya en el futuro. A todo dar. Lástima que sea una verdad engañosa.
Que no ha contratado deuda lo contradijo su secretario de Hacienda, Ramírez de la O, en la Cámara de Diputados en septiembre del año pasado, al informar que este gobierno ha aumentado la deuda 2.6 billones (millones de millones), hasta hacer un total de deuda neta de 13 billones 387.9 mil millones de pesos; o sea, debemos un 24.64% más de lo que debíamos en diciembre de 2018. Lo demás es música de viento (Ramírez de la O dijo a los diputados que la deuda había crecido un 7%… bueno, calculando al revés, sí).
Y no se espante, es una deuda más que razonable en proporción al PIB nacional, pero que le echen aguas al Presidente y le informen que no es muy recomendable que siga diciendo que no ha endeudado al país.
De lo otro, eso de que anticipó el pago de la deuda para bajar los intereses a la mitad… algo anda mal, o de plano sí lo engañan o de plano no entiende: anticiparon el pago de 25,400 millones de pesos, que son el 0.19% de total… cómo cree que pagando menos del uno por ciento, baja a la mitad el pago de intereses, es un misterio. Y un detallito: ayer, Hacienda informó que consiguió prestados otros 80 mil millones de pesos (4 mil millones de dólares). Pagaron 25,400, contrataron otros 80,000, no se necesita un doctorado en aritmética: la deuda crece. Y como no hay nadie tan bruto, la conclusión preliminar es que se nos quiere engañar o que este es el precio de tener como Presidente a un señor que nunca ha tenido una tarjeta de crédito (lo hubiera hecho trizas Coppel).
Como sea, nuestro problema no, NO, es la deuda del país. Lo que sí es más seriecito es lo que declaró ayer el Presidente:
“Ayudando a los pobres va uno a la segura porque ya saben que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos. No así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad, entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”.
¡Ah, caray! (por no poner un ‘carajo’, palabra favorita del Presidente), ¡ah, caray!, se repite: ¿o sea, ayudar a los pobres es pura estrategia política?, por ahí hubiéramos empezado para saber a qué atenernos en las elecciones de 2018. Lo de “primero los pobres” es estrategia, estrategia política.
Lo malo es que tampoco es cierto que se esté ayudando a los pobres. Según la entrega más reciente de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), 2020, que realiza cada dos años el Inegi (que es parte del gobierno), de 2019 a 2020, creció el número de personas en situación de pobreza que no reciben programas sociales.
La población en situación de pobreza y pobreza extrema recibió menos programas sociales en 2020 comparando con 2018. La cosa es seria: en 2016 estos apoyos llegaban al 61% de los hogares más pobres y en 2020 los programas sociales llegaron al 35%. Los recursos terminan principalmente en hogares con mayores ingresos, gracias al reparto indiscriminado de dinero sin requisitos ni reglas de operación. Es cierto.
Se están entregando más recursos a quienes están en los estratos más altos: del dineral asignado a programas sociales, los más pobres recibieron el 10% en 2020, cuando en 2018 recibieron el 18%; en cambio, los hogares más ricos antes recibían un 2% y bajo el manto protector de la 4T, obtuvieron el 7%; ¡pobre del Presidente!, él creyendo que reparte dinero entre su clientela estratégica y le está llegando a los que él dice que no apoyan su transformación.
Todo este inmenso desorden es por cumplir a rajatabla las órdenes presidenciales. Y así todo, refinería, aeropuerto, trenecito, nadie se atreve a explicarle nada y lo dejan irse al basurero de la historia, pero eso sí, muy contento de ser el mandamás.