Sr. López
A tía Eloína la quería todo mundo y todo mundo pensaba que era corta de entendederas. Para que me entienda: se enamoró perdidamente de un tal Armando, tipo guapo como del Hollywood de los años 40’s, pero con un defectito: era mentiroso y caradura y así, ya con fecha para la boda, la tía se embarazó y nada, no hubo boda; luego encargó el segundo y así, hasta llegar a cinco críos, que fue cuando le puso un ultimátum: -Nos casamos o no me vuelves a ver –y eso sí se lo cumplió: jamás volvió a verla.
Si teclea usted en el buscador de San Google, las palabras: “AMLO, compromiso de salud como en Dinamarca”, verá aparecer cerca de 240 millones de “resultados de búsqueda”. ¡Zambomba!
No es posible ni para doña Yasmín Esquivel, copiar tal cantidad de información, pero, hagamos un brevísimo resumen:
13 de octubre de 2018: siendo Presidente electo, en su gira nacional de agradecimiento, en Mérida, Andrés Manuel López Obrador, se comprometió a que al final de su periodo, México iba a tener un sistema de salud como Canadá, Inglaterra, como en los países nórdicos”. Como aun no asumía el cargo, todavía se iba con la inercia de las promesas que como candidato hacía.
3 de enero de 2019. Ya siendo Presidente de la república, prometió que en dos años el país (este, México, sí, no sea incrédulo), iba a tener “Un sistema de salud como el que tienen en Canadá, Reino Unido, Dinamarca, de lo mejor (…) vamos en seis meses a darle atención especial, con el nuevo sistema de salud, a ocho estados y cada seis meses se incorporan ocho más, para que en dos años tengamos un buen sistema de salud”, agregó con una lógica demoledora: si cada seis meses se arreglan ocho estados, en 24, quedan listas las 32 entidades. ¡Sí se puede, sí se puede!
15 de abril de 2019. Tres meses y medio después, informó: “En tres años la atención médica y los medicamentos van a ser gratuitos y va a ser como un sistema nórdico”. Bueno, amplió un añito el plazo seguramente porque ya tenía más información. Se entiende.
16 de enero de 2020. El Presidente se regresó a los dos años de plazo y declaró: “En diciembre de este año (2020) va a estar funcionando el sistema de salud pública (…) como los servicios de salud que hay en otras partes del mundo como en Dinamarca (…)”. Mejor hubiera dejado todo como estaba antes de su arribo a Palacio, verdad de Dios.
25 de octubre de 2022.- El presidente aceptó el “desafío” de sus adversarios para tener un sistema de salud pública igual al de Dinamarca. (No es desafío señor Presidente, es su compromiso, no le cambie).
22 de diciembre de 2022. “(…) tengo el compromiso que a mediados del año próximo vamos a tener uno de los mejores sistemas de salud pública del mundo, ya empezamos”. No señor, su compromiso era para finales de 2020, luego para diciembre de 2021, después dijo que para fines de 2022, esto de decir que su compromiso es para julio del 2023, fue nuevo. Y así, de declaración en declaración, ya llegó a mediados del 2023. No friegue.
¿No?, pues si friega: cinco días después, este 27 diciembre 2022, se autorizó a sí mismo, un año más. Empezó culpando al neoliberalismo por las deficiencias en la salud pública y agregó: “El año próximo, a más tardar a finales (de diciembre de 2023, no se distraiga) ya tenemos un sistema de salud pública como el de Dinamarca… y puede ser que mejor (…)”. ¿Mejor?, ¡nooo, mi buen!, con que nomás fuera parecido nos conformamos.
En un año y nueve meses, el último día de septiembre del 2024, López Obrador entrega la presidencia de la república. Ya como sea brinca el compromiso de dejarnos la salud pública de rechupete. Así, sin pujidos se la fue llevando. Primero siendo apenas Presidente electo, dijo que en su sexenio; luego que, ya pensándolo bien, en dos años; luego que en tres; después otra vez dijo que en dos; luego que a mediados del año que entra; ahora que a finales del 2023. ¡Ya la hizo!, con dos declaraciones madrugadoras más, avienta el compromiso para el 2025 y el que venga atrás que arree.
Una vez que desaloje Palacio Nacional el Presidente y vaya a instalarse a su finca en Palenque, cuyo nombre algo dice de la finura de sus razonamientos, uno de los grandes temas psicológico-político-históricos, será tratar de desentrañar la misteriosa fijación del Presidente por Dinamarca.
No parece prudente poner de ejemplo para México a Dinamarca que es un país poquito más chico que Quintana Roo y con menos de seis millones de habitantes. Más impropia es la comparación si toma usted en cuenta que Dinamarca es el séptimo país más rico del mundo con un ingreso por cabeza (PIB per cápita), de 45,536 dólares anuales, de hecho, Dinamarca es el país con los salarios más altos del mundo, mientras en nuestra plácida nación el ingreso personal promedio es de menos de la cuarta parte (10,166 dólares) y los salarios son de llanto con hipo. Los daneses son ricos y pagan unos impuestos que para el tenochca simplex son una mentada de madre (del 34% al 54% de sus ingresos), aparte de que pagan impuestos por sus ahorros (del 27% al 42%)… y el 25% de IVA.
Sí es un país regido bajo los principios del estado de bienestar, pero primero se hicieron ricos y luego se pusieron a repartir, en vez de seguir la receta secreta de la izquierda tropical de repartir y luego averiguar cómo se sostiene estar de dadivosos.
En serio, no podemos compararnos con Dinamarca en nada, para empezar, en que prácticamente no tienen delincuencia y no saben qué son las tensiones sociales y según varios modos de medir y encuestas, su población es la más feliz y satisfecha del mundo. Para que le calcule lo diferentes que somos: en 2007 el gobierno anunció una reducción general de impuestos, y la respuesta de la población fueron grandes manifestaciones y huelgas, oponiéndose. ¡Ah! y es el país con menos corrupción del planeta.
En lo que se puede decir que sí nos parecemos, temporalmente, es en que Dinamarca es un país de régimen monárquico parlamentario. No es igual pero sí más cara nuestra monarquía tenochca.