Sr. López
La autleco-paterna abuela Elena, llamaba a la tortilla, tortilla y al pulque, pulque (qué pan ni qué vino), y decía del tío Neto que se le pudría la sal porque, sí, todo echaba a perder y él mismo decía, “todo me male sal”, que tampoco hablaba bien.
Se casó con una santa que casi vuelve asesina, autoviuda; sus hijos decían que eran hijos naturales; y nadie lo invitaba a una fiesta porque llegaba y se iba la luz o los mariachis se peleaban. Se quiso suicidar varias veces de distintas maneras, pero murió de viejo y en la desgracia. Sí, “todo le malía sal”. Cierto, nuestro país no es un “paisito” y siendo innegables las lumbreras que ha aportado a la cultura universal, los científicos de calidad exportación que ha dado y que Tin Tan se comía crudo a Chaplin, al menos en política y administración pública da la impresión de que está más salado que un bacalao noruego en su caja.
Para empezar, durante los tres siglos de colonia, no consolidamos nada, ni un concepto de nación, ni una estructura de gobierno funcional: los indios aparentaban sumisión a los españoles y los españoles, criollos y mestizos, hacían como que obedecían al Rey y que respetaban el “quinto real” (¡no, no!… el “quinto real” era el 20% de tributo la Corona), y la iglesia iba a su aire. Así… que se le va ocurriendo a los españoles independizarnos de España y fue un despelote: el siglo XIX se nos fue entre gobiernos anémicos y dictatoriales; bandolerismo como el de ahora, pero con machete y arcabuz; pleitos sangrientos entre conservadores que admiraban a Europa, y liberales que babeaban por el tío Sam.
Y entre todos, por necios y avorazados, propiciaron invasiones, pérdida de territorio y una corrupción generalizada. Al grito de “no hay mal que dure cien años”, llegó don Porfirio, puso quietos a todos (los muertos suelen estarse sosiegos), y así hubo orden y luego un progreso asombroso para como estábamos antes; todo al precio de tolerar los privilegios de sus leales sobre los lomos de una mayoría sojuzgada y famélica… ¡ah! y esfumó la competencia política, instalando el presidencialismo tenochca.
Ya sin porfiriato quedó un país con cultura cívica de sociedad chimpancé, hasta que a tiro limpio, se impuso un grupo, Obregón y Calles, pero Obregón se entercó en reelegirse y lo mataron, en vista de lo cual, Calles propuso a todos los que tenían armas y representaban algo, mejor pelearse a grito pelado que a balazos y hacer ya algo por nosotros los del peladaje: inventó el gran partido que luego se llamó PRI (el que desapareció don Peña Nieto en marzo de 2013), y consiguió un increíble periodo de progreso, pero La Patria (la señora de la portada de los libros de texto gratuito), ni una vez se logró embarazar de democracia; eso no: hubo presidencialismo de a seis años, sociedad sin vida política ni partidos, ni elecciones efectivas.
Así y todo, a pesar de nuestra peculiar manera de hacer política a las chuecas, con maña, pensando una cosa, diciendo otra y haciendo algo distinto, haciendo carroña todo lo que tiene que ver con la cosa pública (hemos descompuesto centralismo, federalismo, liberalismo, conservadurismo, constitucionalismo y lo que se le ha ocurrido a todos para que esto funcione), así y todo, repito, para sorpresa planetaria, La Patria parió un sistema electoral que al menos, ataja los fraudes electorales y permite la alternancia en el poder, la competencia política y a la larga, que los gobernantes cumplan. No coma ansias, aunque sea de a poquitos pero en esa senda vamos.
Pero el síndrome del tío Neto nos persigue. Después de dos presidentes del PAN y uno del PRI, el tenochca simplex decidió dar la oportunidad a un líder que por lustros predicó lo que las mayorías querían oír y recurría al uso audaz e inmodesto de personajes de nuestra historia como referentes de lo que sería él como Presidente.
Ahora sin que aparentemente nadie de la masa lo perciba, presenciamos no el retorno del priismo imperial del echeverriato o el lópezportillismo, sino del porfiriato triunfante, ese en el que el Presidente era todo en todo el país, versión chancla pata de gallo de la Santísima Trinidad, nomás que en lugar de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, el actual Ejecutivo aspira sin grandes pudores, a encarnar en su persona un solo poder en tres poderes distintos.
Por eso al Presidente lo irrita que los poderes Legislativo y Judicial, no caigan rendidos ante el resplandor de sus virtudes porque en el Congreso no puede imponer reformas a la Constitución y en la Corte emiten sentencias contra sus altos designios. Y para los que piensan que la Corte está de hinojos ante la estampa del Presidente, se le recuerda la sentencia del jueves 29 de septiembre pasado cuando por unanimidad de los ministros de la Primera Sala, se confirmó que 17 gobernadores y la jefa de gobierno de la CdMx, Claudia Sheinbaum, “violaron la Constitución al desplegar múltiples actos de propaganda en favor del presidente Andrés Manuel López Obrador durante la consulta de revocación de su mandato”.
Pensará usted que nada pasó, que esa sentencia está en cuadritos de 10 por 10 en un clavo junto al excusado presidencial y no, porque la Sala Superior de la Suprema Corte determinó además que “la violación reiterada de mandatos Constitucionales implica que los funcionarios responsables han dejado de tener ‘el modo honesto de vivir’ que es requisito para acceder a puestos de elección”.
Y doña Claudita quedó incorporada al Catálogo de Sujetos Sancionados (CASS). ¡Zaz! O sea: si hay por ahí alguien con ganas de apestarle la fiesta a doña Claudita (no, no la de su boda, se le desea lo mejor), puede esperar a que el dedo de dios, su dios, la designe candidata a la presidencia y acto seguido, se presente demanda para impedirlo porque la señora no goza de sus derechos de ciudadana según manda el artículo 34, fracción II de la Constitución y no puede ser votada conforme al artículo 35, fracción II, según la Suprema Corte. Y es sentencia firmísima, cosa juzgada.