Sr. López
“Fonda La Chicana”. Comida corrida y a la carta. Menú Palacio: de entrada, que no va a desaparecer al INE; de plato fuerte, que se lo van a quitar a la oligarquía (se solicita información); y de postre, trocitos de consejeros electorales en almíbar. Menú Guinda: entrada de opositores en escabeche; sopa aguada de regresión histórica; sopa seca de amapola estilo Badiraguato; y plato fuerte a escoger, revoltijo de lealtad e ineptitudes o asado de necedades estilo Macuspana; incluye postre: jalea de encuestas con queso de cabra (macho, grande). A la carta ofrecemos nuestros afamados platillos tradicionales de la cocina tabasqueña: salpicón de fifís; albóndigas de conservadores; periodistas en su tinta; y mamás de niños con cáncer a la diabla. Pagos en efectivo, no aceptamos tarjetas de crédito.
Circula un artículo cuyo autor parece ser el destacado abogado y consultor político, Fernando Vázquez Rigada. Se titula ‘México muere de apatía’. Postula que “Morena no va a destruir el país. No va a desmantelar la democracia. No va a degollar la libertad. Lo vamos a hacer nosotros”. Sostiene en pocas palabras que somos una ciudadanía inexistente (“México es un país de habitantes, pero no de ciudadanos”); que nos conformamos con hacer chistes pero no actuamos cuando se nos agravia (“No hay resistencia civil. Tampoco tomas de calle”); y que se está destruyendo al país sin consecuencias para nadie (“Así nos tratan y lo permitimos”).
Si la intención del artículo es activar la conciencia cívica de nosotros los del peladaje, está bien, no estorba. Sin embargo, conviene no cargar de más las tintas porque el tremendismo político suele tensar las cosas y puede provocar la sobrerreacción social, como vimos en la toma del Capitolio el 6 de enero del año pasado en Washington, de parte de ciudadanos yanquis convencidos de que fue fraudulenta la derrota de Trump en las elecciones presidenciales; para no recordar cuando la turba asaltó Palacio Nacional en la Ciudad de México y lo incendió, azuzada por el falso rumor de que el gobierno había provocado una hambruna especulando con el grano que tenía almacenado (reporte de Carlos de Sigüenza y Góngora, sobre los hechos del 8 de junio de 1692, no se alarme).
Este menda sostiene que somos una democracia sin demócratas, lo que no significa que seamos un hato de borregos que se deja conducir mansamente al matadero. También su texto servidor ha dicho lindeza y media a los partidos políticos que con molesta frecuencia, velan primero por sus intereses (incluidos los contantes y sonantes), que por los de la sociedad. Sí.
Pero México no muere ni lo van a destruir, ni se va degollar la libertad ni a desmantelar nuestra democracia electoral (y solo esa, que democracia es un término muy amplio), que a eso y solo eso, apunta la reforma a nuestras leyes electorales propuesta por Andrés Manuel López Obrador. Además, quien quiera que quede al frente del Poder Ejecutivo en 2024, de ninguna manera va a dedicar su gobierno a la defensa a ultranza de las necedades, ocurrencias, caprichos y aspiraciones personalísimas de quien para ese entonces será residente definitivo del limbo del olvido político.
Aún si fuera aprobada esta reforma electoral modelo chancla pata de gallo, quedará bien firme el artículo 1º de nuestra Constitución: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección (…)”.
Léale bien: “y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte”, lo que jurídicamente significa que esos tratados tienen el mismo valor que la Constitución. Esto es importante:Mire usted, México tiene suscritos con la ONU y la OEA, diversos instrumentos jurídicos generales y específicos que cuidan de la democracia, entre otros el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Carta Democrática Interamericana, para fortalecer y preservar el sistema democrático y su aplicación en la región de las Américas. Aparte, en la 62 Asamblea General de las Naciones Unidas, México se adhirió y apoyó la resolución “Apoyo del sistema de las Naciones Unidas a los esfuerzos de los gobiernos para la promoción y la consolidación de las democracias nuevas o restauradas”.
Así que no se ande creyendo que todo el entramado democrático que se ha construido en este país a lo largo de decenios, ahora penda de las sagradas gónadas presidenciales y de su capacidad corruptora de nuestros legisladores. No, para nada la voluntad de una sola persona determinará la vida nacional entera.
Y tampoco es cosa de denostar al bulto a nuestros partidos políticos que sí hacen cosas de pena ajena pero también son los actores principalísimos del arribo del país a un régimen de efectivas elecciones organizadas, vigiladas y sancionadas por la ciudadanía, que el INE es absolutamente autónomo del gobierno.
Recuerde que todavía estábamos en pleno priismo imperial cuando -siempre ha iniciativa de los partidos políticos opositores y entonces minoritarios-, se empezó a reformar nuestro sistema electoral. Empezó así, logrando que el PRI aceptara ceder poco y poco a poco, hasta entregar el poder a fuerza de votos y sin un balazo. No fue rápido, tardó 37 años, ni fácil y costó algunas vidas, pero se consiguieron ocho reformas electorales: en 1977, 1986, 1989-90, 1993, 1994, 1996, 2007-2008 y la de 2014.
La que hoy está en discusión, es la primera que propone un Presidente y -colmo de la desfachatez-, para ser aplicada en la siguiente elección presidencial, lo que obliga a sospechar de su recta intención, pues si fuera aprobada, el INE dejaría de ser un órgano autónomo y ciudadano, para pasar a formar parte del gobierno federal, desapareciendo todos los organismos electorales estatales.
Porfirio Díaz se muerde los bigotes en su tumba: -“¡Ah, qué chiquitos los sentaron, por eso están tan petacones!”… -sí, ni don Porfirio.