Sr. López
Tío Mario era el único que mandaba en su casa, en aquellos primeros años 50 del siglo pasado toluqueño. Tía Mariquita su esposa, lo respetaba, parece que lo quería y lo obedecía en todo, tanto que si alguien de la familia la invitaba a algo, respondía: -Le pido permiso a Mario y sí, con mucho gusto –entre la parentela molestaba tanta sumisión, pero nadie opinaba.
Tuvieron tres hijas, todas sujetas a la férrea autoridad de su papá. Parecía que todo iba bien hasta que la hija mayor se fugó con el novio dejando una cartita aclarando que como su papá se oponía a su noviazgo, se había casado por lo civil a escondidas y ya luego formalizarían ante el altar la cosa. Bramó el tío como toro mal picado reprochando a su esposa: -No hiciste respetar mi autoridad, tú tienes la culpa de esto -al día siguiente tío Marcial llegó a la hora de comer y en lugar de la sopa caliente se encontró con otra cartita, esta de tía Mariquita, que jamás volvió con él. En buena hora.
Sabido es que en México la autoridad máxima corresponde al Presidente de la república. Siempre ha sido así y así fue en los tiempos del PRI imperial cuando incluso se aceptaban las “facultades supraconstitucionales” del Ejecutivo que así fuera discretamente (ni tanto), mangoneaba al Congreso e influía de manera determinante en la Suprema Corte en los asuntos de su interés… y no abusaban, todo hay que decirlo.
Luego vino la libertad de prensa a periodicazo limpio, enfrentando reales peligros, y junto con ella, poco a poco, un remedo de división de poderes que se fue consolidando a resultas de los cambios políticos y sociales del país, y la influencia del extranjero que para integrar a México al concierto mundial, exigió que nuestra democracia dejara de ser fingida y pasara a una realidad que empezó por implantar efectivamente los derechos humanos, que se incorporaron a nuestra Constitución reformando su artículo primero que dejó de hablar de “garantías” graciosamente otorgadas por el Estado, para garantizar que “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales (…)”. Uno de esos derechos es el derecho a la salud, por cierto.
Paralelamente se crearon órganos autónomos que no dependen del gobierno y aseguran los contrapesos que requiere el ejercicio del poder, no solo el INE, sino varios más, todos necesarios, entre ellos la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Parece poco.Así tuvimos alternancia en el poder y a golpe de boletas electorales, sin un balazo, el PRI entregó la presidencia de la república, el PAN gobernó doce años, el PRI regresó otros seis y contra toda esperanza, Andrés Manuel López Obrador, a la buena, se hizo titular del Poder Ejecutivo, a la buena, se repite, y con una votación muy holgada a su favor.
Pero para sorpresa de propios y extraños, López Obrador, desde antes de asumir el cargo, siendo Presidente electo empezó a dar muestras de su manera de concebir el ejercicio del cargo, simulando que sus decisiones unipersonales se ajustaban a mandatos populares expresados en consultas no peculiares, falsas. Y el botón de muestra fue la cancelación de la obra de infraestructura más importante de México en décadas, el aeropuerto en Texcoco, sin considerar los estudios que se hicieron en más de 20 años que respaldaban su ubicación, diseño, construcción, viabilidad técnica y de negocio. Alguno ha llamado a esa decisión el pecado original de AMLO.
Luego, ya en pleno ejercicio del cargo, cuando el discurso pasa a segundo plano, desplazado por el idioma de los hechos, el país se encontró con un Presidente que impone sus decisiones, jamás acepta errores en nada, suma tropiezos y culpa de todo al pasado, sin reparar en que a lo largo de los muchos años en que no dejó de hablar, identificó todo lo que le parecía mal y para todo ofreció soluciones, incluso para el berenjenal que es recuperar la seguridad pública, recurriendo a fórmulas sencillas, discursivas y de probada ineficacia.
Pasan los años y aunque el culpable pasado está cada vez más lejano, ya en su cuarto año de gobierno, siguen teniendo los gobiernos idos la culpa de todo, sin recapacitar en que el pasado hoy ya pertenece a su propio gobierno.Ahora sin embargo el país se vino a enterar de que el Presidente estrenó estrategia de evasión de responsabilidades: el culpable designado. Efectivamente, el martes 25 de este mes, dijo muy clarito:“El coordinador de todo el sector Salud es el doctor Alcocer (Jorge Alcocer, secretario de Salud), pero si falla, si no cumplimos con el compromiso de que haya atención médica gratuita de calidad para todos, es Zoé (Zoé Robledo, director del IMSS)”.
Busque usted por su cuenta el análisis hecho por ‘México Evalúa’, sobre la situación del IMSS y se va a enterar de que don Robledo no puede obrar el milagro anunciado por el Presidente. Y si a eso se le suma la puntada de que el IMSS-Bienestar sustituyó al Insabi, se va a quedar pasmado, es del todo imposible, carece de infraestructura y suficiencia presupuestal y nada de eso es de la responsabilidad de don Robledo, Hacienda sigue las órdenes del Presidente y Hacienda estrangula al IMSS, por eso renunció al cargo el senador Germán Martínez.
Seguramente por ser un bien educado joven, Zoé no tiene la malicia para ver que fue nombrado por reunir todos los requisitos para cargar con la responsabilidad culpable de una política de salud predeterminada por el Presidente que eliminó arbitrariamente el Seguro Popular y asfixia las finanzas del sector salud, IMSS incluido.
Y le cerró la puerta de emergencia a don Robledo, le quitó cualquier explicación posible si algo sale mal: “(…) tiene todo el apoyo de nosotros, todos los recursos, todo el presupuesto”. O sea: no hay excusas, tiene todo lo necesario (no es cierto).
Para el Presidente, si Zoé no nos deja la salud pública de rechupete, será su responsabilidad.¡Pobre Zoé, tan cerca de Palacio y tan lejos de Dinamarca!