Sr. López
A ver, en serio, sin trampas, responda con la verdad (total, nadie se va a enterar): ¿lee los informes presidenciales?… bueno, no tanto (se le pasó la mano a este menda, disculpe), corrijo: ¿ha leído UN informe presidencial?… mmm, ¿más fácil?, bueno, va: ¿ha oído completo un discurso de los que pronuncian nuestros presidentes el día que entregan su informe al Congreso?No es adivino su texto servidor pero la respuesta a todas esas preguntas, es NO.
Si es igual la ciudadanía de otras latitudes es cosa que ignora el tecladista y no le importa pues vive en esta tierra de hombres cabales (será menos), pero sí sabe que las respuestas habituales a la indiferencia respecto del informe del estado que guarda la administración pública, van del “puras mentiras”, al “no me importa”, pasando por el “ni entiendo nada” y el justificado, “¿para qué?”Contaba el tío Tobías, veracruzano él, que allá por los años 30’s del siglo pasado, en su pueblo llegó a presidente municipal un tal Marcelo (a) El Panzón, quien durante su primer año de alcalde en cada fiesta patria y fecha oficial, soltó discursos de más de una hora de duración que obligaron a que los gendarmes arrearan a la gente a la plaza… pero a partir del segundo año, en cada ocasión en que debía soltar su parrafada, se ponía en pie frente a toda la población y decía con voz gruesa: -¡Lo mismo!… a comer –y ya, ni una palabra más: lo vitoreaban (además era barbacoa y pulque gratis), y no muy legalmente fue reelecto varias veces.
Se entiende. Ojalá nuestros proyectos de prócer al uso supieran del Panzón y solo dijeran frente a cámaras y micrófonos: -¡Lo mismo! –sin comida que somos muchos, pero sería noticia de dar la vuelta al mundo.
Y sí, ¿si es siempre lo mismo para qué nos salpican la pantalla del televisor con tanta baba, todos?, porque no se trata solo de este gobierno, de este Presidente, sino de todos y desde siempre.
Como usted comprenderá, se teclea esta Feria el día anterior del importante evento y sin haberse enterado de qué dijo el Presidente, pero igual se puede resumir sin margen de error, no se preocupe:Todo está no bien sino mejor. Ya se transformó la patria. Los malos eran los de antes y dejaron tantos problemas que algunas proezas de este gobierno han tardado un poquito más. Las metas se han alcanzado. Ahora todo es honestidad.
La seguridad pública ha mejorado y seguirá mejorando porque ahora los jóvenes reciben becas y pueden estudiar, tienen oportunidades y aunque les duela y se burlen los conservadores, la estrategia seguirá igual, abrazos, abrazos y más abrazos.
La Guardia Nacional pasará a la Defensa Nacional para impedir que se corrompa. Las críticas obedecen a que los adversarios, opositores, conservadores, fifís y prensa vendida en general, están verdes de envidia por el desfile de éxitos y aciertos de la cuarta transformación. Se han superado las adversidades de la pandemia y de la inflación que llegó toda, completita, del extranjero. Las remesas aumentan (?). La inversión extranjera llega a carretadas.
Son montañas de dinero las que se ha ahorrado el país gracias a la austeridad republicana devenida en pobreza franciscana… ¡ah! y no son iguales (mal lema porque se presta al agregado: no claro, son peores, pero a ver quién le dice al huésped de Palacio que lo cambie).
Si las cuenta son 174 palabras y con ellas queda cubierto todo el contenido del informe. Y si ni eso le parece todo lo corto que usted puede resistir, entonces, ahí le va el resumen del resumen:He cumplido, no robo, no miento, no traiciono… y por eso el pueblo está feliz, feliz, feliz.
Es una línea, ya no pida menos. Y en esa sola línea se concentra el principal (¿único?) interés presidencial: él es bueno, patriota, honrado, leal, veraz, incasable, humanitario, sensible, austero, justo, prudente, juicioso, sapiente, sensato y madrugador.
Aunque pensándolo bien, hay otra cosa que le interesa también dejar muy claro: es el Presidente más criticado después de Madero, el más incomprendido, el más injustamente tratado por la prensa en todas sus presentaciones, atacado por grupos de intereses inconfesables que están rabiando porque les quitó sus privilegios.
De veras, los de Morena debían de organizar procesiones masivas al Zócalo, saliendo del Monumento a la Revolución y al llegar a la plaza, a rodilla cruzar la plancha rumbo al balcón presidencial, para agradecerle la patriótica resignación con que aguanta las amarguras que le imponen los adversarios y la malvada prensa, que han convertido sus empeños en transformar al país para todos nosotros (primero los pobres, no sea ventajoso), en un ‘viacrucis’ que acepta, estoico, cargando la cruz de gobernarnos, sufriendo callado los azotes de la soldadesca de la mafia del poder, rumbo al Gólgota del fin de su sexenio, listo a padecer la pena máxima -la crucifixión de entregar la banda presidencial-, seguro de su resurrección como líder moral vitalicio de la nación, al tercer día, de preferencia el mismo día… sí, que nos dé, que no nos niegue el gustazo de poder gritar: ¡resurrexit sicut dixit, allelluia!Ya luego en la paz tropical del retiro en su finca podrá escribir él mismo el ‘Evangelio según Andrés, de Macuspana a la eternidad’.
Santo, santo, santo, es el señor dios de los servidores de la nación. No nos lo merecemos.
Mientras, ya está en la Cámara de Diputados la iniciativa presidencial preferente para pasar la Guardia Nacional al ejército, para lo cual se requiere modificar la Ley orgánica de la Administración Pública Federal, la Ley del Ejército y Fuerzas Armadas, la Ley de Ascensos del Ejército y de las Fuerzas Armadas Mexicanas, la propia Ley de la Guardia Nacional y la Constitución aunque en este caso, solo ese último requisito no se va a cumplir porque no tiene los dos tercios de votos que necesita en el Congreso, pero como a él no le vamos a salir con que la ley es la ley, ha procedido a bailarse un zapateado en la Constitución.
Qué vergüenza, más bien, que sinvergüenzada.