José Antonio Molina Farro
“Hay que mirar atrás para ver hacia adelante”
Roger Cass
Ha corrido mucha tinta sobre el aniversario 130 del cambio definitivo de poderes de la Ciudad de San Cristóbal de las Casas a Tuxtla Gutiérrez. También se asocia este hecho con la egregia figura del entonces gobernador, estadista y jurisconsulto Emilio Rabasa Estebanell, miembro del grupo de científicos ligados al gobierno de Porfirio Díaz. Sin duda, fue una decisión arriesgada y valiente de uno de los juristas más reconocidos de fines del siglo XIX y principios del XX.
La nueva capital carecía de los más elementales servicios, inherentes a una ciudad digna para una sana convivencia. Aún más, no había un espacio adecuado para el gobernador. Se convino con el Ayuntamiento para que el inmueble de éste, se traspasara a propiedad del gobierno estatal.
No me detengo en las crónicas ampliamente reseñadas con pulcritud por historiadores. Sí me permito, en principio, decir que la obra literaria de Rabasa, se inscribe en su preocupación por definir una nacionalidad mexicana y una incipiente, indefinida aun ahora, identidad nacional, a la luz de la construcción de un emergente y moderno Estado nacional.
Vale decir que Emilio Rabasa fue admitido en las más altas esferas de la intelectualidad científica y literaria de su época. Cultivador del buen decir, dio origen a la novela realista en México. Es catalogado como uno de los mejores novelistas de nuestro país, para algunos el mejor novelista del siglo XIX mexicano.
Quienes saben de esto afirman, de manera unánime, que fue un gran constitucionalista, quizá el mejor. Su influencia se ve por todas partes, tan es así que en la Constitución de 1917 se advierte su presencia y aunque no se le menciona por su pertenencia al antiguo régimen, los principales congresistas no dudaron en echar mano de sus estudios. Su ideario aparece en los principales artículos de nuestras garantías individuales. La Carta de Querétaro de 1917, en lo mejor de su contenido, fue obra de Rabasa. Así lo han dicho constitucionalistas de renombre internacional, como Felipe Tena, Ignacio Burgoa, Andrés Serra Rojas y Manuel Herrera y Lasso, entre otros.
Sus libros de Derecho son guía para todo estudiante e investigador, por lo que es exigible leer su obra literaria y jurídica. Rabasa no apelaba al sentimiento sino a la razón. Sus estudios de Derecho Constitucional y sus libros en esta materia son básicos para el conocimiento de esta disciplina.
“Nuestra Constitución –decía-, está bastante mal escrita, su estilo es malo, por metafórico, ampuloso e hinchado. La sobriedad del estilo es condición absolutamente indispensable para la majestad severa y majestuosa de la ley”.
Reflexiones vigentes hoy día. Destacados juristas como Juan José Rodríguez Prats han considerado a la Constitución de 1917, con sus 136 artículos y más de 700 reformas en 105 años, como “un bodrio, una monserga”. Estados Unidos en 235 años tiene una Constitución con 7 artículos y tan sólo 27 enmiendas.
Muchos aciertos más tuvo Rabasa, pues en su periodo de gobierno se impulsó la educación, la infraestructura carretera, y se promulgó la Tercera Constitución Política Local.
Hoy Tuxtla Gutiérrez enfrenta enormes desafíos.
Es mucho lo que se ha avanzado, los logros son evidentes, pero es mucho lo que falta por hacer. La confianza y la participación responsable y comprometida de la ciudadanía, han sido determinantes para dar un vigoroso salto hacia adelante.
Se advierte un meticuloso y ejemplar saneamiento financiero y se focalizan inversiones en función de las prioridades marcadas por un liderazgo sólido, inflexible en la consecución de metas y objetivos.
No hay distractores, lo urgente, el imprevisto cotidiano, no devoran lo importante. Se impulsan políticas novedosas de fuerte impacto comunitario y algo alentador, se trabaja con el mismo ímpetu y entusiasmo con que se asumió la responsabilidad. Quiero subrayar un problema que está en el corazón mismo del sistema político mexicano.
El desarrollo es por definición, un fenómeno de largo plazo, pues cómo erradicar en tan sólo seis años un cuadro de siglos de rezagos. No hay políticas de Estado transexenales, que permitan la continuidad de lo positivo.
El sucesor asesina al pasado, lo estigmatiza, en su caso, suspende obras de necesaria continuidad y mantenimiento. Esto es válido a nivel federal, aún más en los niveles estatal y municipal.
La continuidad de la obra material y social, con el basamento de una ciudadanía robusta, es condición indispensable para avanzar en los anhelos de justicia y bienestar.
El retroceso no es opción. Son los ciudadanos quienes tienen la palabra.
Concluyo con una frase del constitucionalista amante del orden y las libertades: “El prestigio que alcanza un hombre no es la garantía de una nación. La paz que depende de una vida no es más que una tregua en el desorden”