Sr. López
Porque usted lo pidió, esta Feria se dedica a explicar la increíble y triste historia de la cándida patria y su transformador desalmado: se intentará explicar la consulta de revocación del mandato presidencial, sus meandros y peligros. No se aceptan reclamaciones.
En junio de 2019 el Congreso agregó a la Constitución el chipote de la consulta de revocación del mandato presidencial, a iniciativa insistente del propio Presidente quien afirma se trata de un ejercicio de democracia directa porque según dice, “el pueblo pone y el pueblo quita”, aunque la verdad, si el pueblo quita, el Congreso pone, porque si el Presidente perdiera el cargo a resultas de la consulta de revocación, no se harían elecciones y el Congreso pondría al Presidente sustituto, por mayoría simple. O sea: si la gente corre al Presidente, el Congreso monta a su sustituto y la gente, chiflando en la loma.
Si desconfía de este menda, usted lea la fracción IX del artículo 35 de la Constitución y la ley que la regula, emitida el 14 de septiembre de 2021. En resumen y sin mencionar los plazos, que el INE se encarga se respeten, para que se pudiera convocar a la consulta de revocación de mandato, debería solicitarlo al menos el 3% del electorado de 17 estados de la república, esto ya se hizo y sí procedió la consulta; ahora, para que el resultado de esta sea vinculante (para valga legalmente la consulta), debe votar el 40% de los electores (del Listado Nominal, que son los 93 millones 129 mil 48 tenochcas con credencial de elector en mano), pero fíjese: gana la opción de que se largue o le siga en la chamba, la mayoría simple (la mitad más uno); así, basta el 20% más uno para mandarlo a su finca (La Chingada se llama) o para que siga de arrimado en Palacio. Si no se alcanza el 40% de votos, no pasa nada.
Los que sienten calientitos los fondillos acariciando la idea de poder correr al Presidente, andan muy entusiasmados promoviendo la consulta para que vaya a votar al menos ese 40%, sin recapacitar en que si se les concede, el Presidente sustituto lo designa el Congreso de la Unión (las cámaras de senadores y diputados), por mayoría simple, o sea, Morena y asociados nos ponen de Presidente a quien les parezca mejor (para ellos, se entiende) y en lo que lo nombran, es Presidente interino de la república el Presidente del Congreso, que es el diputado, Sergio Gutiérrez Luna, morenista-morenista, muy a las órdenes del señor-presidente, muy enemigo del INE.
Por si ya lo enredó tanta explicación, le resumo:
Si vota el 40% del electorado en la consulta, vale legalmente. Si no, no (se entiende).
Si vota al menos el 40%, se hace lo que diga la mitad más uno (se larga o se queda el Presidente de la república).
Con la mitad más uno del 40% que da fuerza legal a la consulta, puede resultar que 18 y medio millones quiten a un Presidente elegido por 30 millones, absurdo si los hay.
Si gana el “que se largue”, primero queda en automático de Presidente interino, el Presidente del Congreso, el morenista en éxtasis, Sergio Gutiérrez Luna.
Luego, si ganó mandarlo a su finca, el Congreso de la Unión instalado como Colegio Electoral, nos pone al Presidente sustituto por mayoría simple, la mitad más uno. Esa mayoría simple la tienen Morena y sus socios.
Así, si ganan los que quieren correr al Presidente actual, no ganan nada, porque igual queda primero un Presidente interino morenista y luego al Presidente sustituto, lo nombran por mayoría simple Morena y sus socios en las dos cámaras.
Cosa diferente sería si el Presidente sustituto surgiera de un proceso electoral nacional, que se convocara a elecciones, que los partidos nombraran candidatos y lo eligiéramos todos los tenochcas y no un puñado de legisladores, pero eso es precisamente lo que no iban a permitir los morenistas, ellos querían ganar aunque pierdan y así quedó la reforma constitucional y su ley. Perdiendo ganan.
Sin embargo hay quien se da por bien servido si López Obrador desaloja Palacio. Bueno, muy su gusto, pero el país entraría en la dinámica turbulenta de otros países de América Latina, con presidentes de quita y pon, lo que no es bueno, pues con presidentes de tres años perderíamos la estabilidad política.
Claro, también hay quien dice que nadie puede ser peor que el actual, ¿de veras?… no se le olvide que en Morena anidan no pocos personajes impresentables que emigraron del PRI, el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano; recuerde solo algunos: Bartlett, Irma Eréndira, Salgado Macedonio, Mario Delgado, Pedro Salmerón y muchos más, unos modelo Noroñas y otros, estilo Ebrard, ese que se escondió años en Francia asustado por las posibles auditorías de Mancera a la Línea 12, la que costó decenas de muertos, por si se le olvidó.
En serio, lo mejor de los dados es no jugarlos. El Presidente López Obrador, así fuera lo último que hiciera en su vida, intentaría empujar como sustituto de él a alguien que le sea muy cercano. Imagínese que lograra sentar en La Silla a la señora Sheinbaum quien es el clon de él con faldas, seguiría mandando tras bambalinas y ya sin ninguna cortapisa legal.
Y ni sueñe que el Presidente ya corrido y en su finca (La Chingada), guardaría un casto silencio, no, de ninguna manera: lo veríamos embravecer su discurso en especial contra el INE… y su voto duro de siempre, esos más o menos 15 millones que en Dios creen y en él confían, darían más lata que nunca, no se le olvide lo que López Obrador pudo hacer sin tener el poder y con todo en contra (y ahora seguro cuenta con discretas alforjas, delo por descontado).
Así las cosas, ¿qué conviene?… conviene que no sea vinculante la consulta. Que sea un desperdicio de tiempo y dinero, que después se pueda eliminar de la Constitución.
Además, esta consulta el Presidente sabe que la gana, pero quiere tener agarrados a los siguientes presidentes, que podrán caer con muchos menos votos de los que los treparon, ese es el peligro, ser rehenes de una minoría, su minoría… mejor le seguimos así, total, va rumbo al vacío