Ernesto Gómez Pananá
Antes de la pandemia, antes del internet. Antes de Trump y antes de que se crearan la Unión Europea y los euros, existieron conceptos como Guerra Fría y Mundo Bipolar. Existían también una serie de países que hoy ya no existen como tales: Yugoslavia, Checoslovaquia, Alemania del Este, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Esta última integrada a su vez por quince naciones federadas que para efectos prácticos, quedaban bajo la preponderancia, sombra y dominio ruso. En el mundo occidental, solían desdibujarse las nacionalidades de azerbayanos, georgianos o ucranianos, dándolos a todos indistintamente como rusos.
La Unión Soviética, encabezada por Rusia, surgió a principios del siglo pasado, 1922 y para 1941 era invadida por los nazis.
Al final de lo que los exsoviéticos llaman la Gran Guerra, los alemanes fueron derrotados y del conflicto emergió un mundo con dos bloques sociopolíticos dominantes, el occidental encabezado por los Estados Unidos y el oriental, encabezado por la también llamada URSS.
Cada uno de estos bloques tenía -tiene- otras naciones aliadas: en Europa, los norteamericanos mantienen una alianza política y militar con el Reino Unido, Francia, Alemania y prácticamente toda la región. Esta convergencia estratégica se da en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, mecanismo implementado por este bloque para protegerse mutuamente de amenazas como la de los nazis, pero también del comunismo y los soviéticos.
Por su parte, los rusos y sus demás naciones federadas, aglutinaban también a otras naciones construyendo el otro polo: Hungría, Polonia, Bulgaria. Todo el bloque comunista.
El resultado: un mundo en permanente tensión. La Guerra Fría y el riesgo de una confrontación nuclear entre los dos adversarios.
Al tiempo la realidad y el mercado acomodaron las cosas y el bloque comunista se transformó: en 1991 la URSS desapareció formalmente y sus quince naciones federadas pasaron a ser naciones independientes. Después de Rusia, el país más extenso del mundo, seguían en fortaleza política regional Ucrania y Bielorrusia.
Durante décadas Ucrania fue el granero de Moscú, una hermana menor fuerte pero mantenida a raya por la bota rusa: en Ucrania se dejó de hablar ucraniano y se habló ruso. Se dejaron de lado las tradiciones y la cultura ucraniana y se privilegió todo lo ruso.
Pero al llegar la independencia ucraniana, ésta volteó a mirar a Europa -Ucrania hace frontera con Eslovaquia, Polonia y Hungría, países miembros de la Unión Europea- y Moscú y su presidente Vladimir Putin dijeron “no”.
Además de haber sido el granero soviético, por Ucrania pasan gasoductos rusos que surgen al resto de Europa y al ser frontera con Rusia, Moscú ve como una enorme amenaza la cercanía de los ucranianos con los ex adversarios del bloque occidental. De hecho en 2014, se firmó un acuerdo con el que daba inicio el proceso de incorporación de ese país a la zona euro. Pero a Putin la idea no le agrada. Antes bien, sueña con un resurgir de Rusia y sus aliados como bloque que pueda plantar cara al predominio geopolítico de los EEUU y más recientemente China, y para eso necesita de Ucrania. He ahí el porqué de la muy factible invasión rusa a Ucrania. He ahí la explicación de la casi inminente guerra.
Putin tiene todo el derecho a velar por Rusia. Los rusos son quienes tendrían que poner -si fuese su voluntad- límites a los deseos de Putin de perpetuarse en el poder.
Ciertamente durante décadas, Rusia también pudo haber dado mucho a los ucranianos -no todo es negro ni todo es blanco-, pero hoy, dos naciones independientes que comparten frontera se merecen respeto mutuo y si la voluntad de la naciente patria autónoma ucraniana es mirar a Europa tienen derecho a hacerlo. Por sí misma es también una gran nación y merece seguir construyendo su propia historia como país independiente que puso su enorme cuota de muertes para vencer a Hitler y reconstruir Europa. Europa debe respaldarla. Dabái Ucraína! Sbavóda! Vamos Ucrania! Libertad!
Oximoronas
La selección mexicana de fútbol nuevamente en crisis. Las explicaciones del entrenador son pan con lo mismo: todo muy bien. Lo único que nos falta es contundencia para anotar. “Lo único”. Otra historia más de venta de espejitos. No habrá tampoco quinto partido en Qatar.