Engañar: La Feria

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Sr. López

Hoy es noche de Reyes y sin nostalgia recuerda uno retazos de la infancia. Si en otras partes es igual, lo ignora el del teclado pero en México a los nacidos en los primeros años 50 del siglo pasado, se nos educaba con una receta compuesta por religión, refranes y nalgadas, en distintas dosis.
Aparte estaban las costumbres, de esas no se hablaba, se vivían y al infante tenochca le parecían lo normal. Ya luego más grandecito, dependiendo de lo avispado que fuera, se preguntaba si en Berlín habría peregrinaciones a la Villa, que allá serían “wallfahrten nach der Basilika von Guadalupe”; si en París comían rosca de Reyes y al que le salía Niño le tocaban los tamales del 2 de febrero, “gâteaux de maïs sur le jour de la fête de Notre-Dame de Candelaria” (usted también traduzca con Google, es divertido). Como sea, las costumbres parecían sagradas.
La cosa religiosa de la época no era complicada: Dios lo veía todo, era nuestro Papá, nos quería muchísimo y había que portarse bien para no ponerlo triste… ya más grandecito se preguntaba uno (o no), cómo queriéndonos tanto Diosito, había hecho el infierno donde al que moría en falta le aplicaba torturas tremendas por toda la eternidad (… pero nos quería muchísimo); y también resultaba raro a los que teníamos espíritu crítico (“ganas de moler”, lo calificaba el padre Juan, el cura del colegio), cómo Dios, que todo sabía, no puso al arcángel Miguel a montar guardia junto al árbol para que Eva no fuera de tentona y ahorrarle a su Hijo Jesucristo, las molestias de venir a redimirnos y ¡de esa manera! (que este menda desde muy chiquito, cada Semana Santa, viendo en la tele las que pasaba a la hora de la crucifixión, Enrique Rambal en el “El Mártir del Calvario”, hacía un coraje inmenso… al Llanero Solitario lo hubiera rescatado Toro; a Batman, Robin; a Julio César Chávez, el Canelo… que Dios Padre no le echara la mano a su Hijo lo enardecía). Ya con la edad va uno entendiendo menos, pero aprende a nomás confiar en Él (no entiende uno los logaritmos, ¡a Dios va a estar fácil!).
De las nalgadas no se daban razones ni había argumento en contra que valiera y ya nalgueado, pensaba uno lo cierto de que “palo dado, ni Dios lo quita”. Y llegamos así a los refranes, aforismos, adagios, los dichos, pues.
Parecía que los grandes tenían un dicho para cada cosa: “al que nace para tamal, del Cielo le caen las hojas” (y su variante de la maceta y el pasillo); “el que con lobos anda, a aullar se enseña” (y su equivalente: “dime con quién andas y…”), y centenares más.
Tratándose del trabajo, el arsenal de proverbios era inagotable: “el flojo y el mezquino andan dos veces el camino”; “a Dios rogando y con el mazo dando”; “al que madruga Dios le ayuda”; y serían muy ciertos, muy sabios, pero vive uno suficientes décadas partiéndose el lomo con fe ciega en que “no hay atajo sin trabajo”, confiando en que “trabajo y persistencia son la mejor herencia”, seguro de que “dudoso es heredar, seguro el trabajar”, hasta concluir que los refranes sobre el trabajo, son mentiras redomadas, pues hay prueba sobrada de muchos que se levantan a la hora que les pega la gana, que no dan golpe, que son mezquinos y más flojos que un perro de casa rica, y les va bien, muy bien.
En el caso de su texto servidor se sumaba a esa sabiduría de los dichos que predican las bondades del trabajo, un culto por el estudio que decían los grandes, era garantía de éxito. Le parece escucharlos ahora mismo diciendo: “si cuesta aprender, cuesta más no saber”; “más vale saber que dinero”… ¡sí cómo no!
Cansado está el tenochca simplex-pensante de conocer gente que nunca estudió y el triunfo social, la buena fortuna y el dinero, los han correteado toda su vida por el solo mérito de portar el apellido de don Fulanez, poderoso depredador de un sindicato; de don Zutanez, exgato de confianza de uno que fue Presidente o tantos y tantos más de esos que conforman el inalcanzable estrato de “los de arriba”.
Por si fuera poco para dudar de las virtudes intrínsecas del estudio, están otros que sin credenciales académicas ni título de nada, les va excelentemente; no los que se hacen ricos gracias al brutalmente espléndido sueldo, prestaciones y retiro generosísimo que se paga por trabajos como Jefe de Seguridad de un líder terrorista internacional o Jefe de Mantenimiento de las barras de control de reactores de fisión nuclear, no, sino los de esa ralea que constituye el “mirreinato” mexicano, formado por inútiles gozosos usufructuarios de lo que sus papás o abuelos consiguieron sudando la gota gorda o medrando a costa del erario o de los privilegios obtenidos por complicidades inconfesables con los poderosos de turno. Son miles, se sienten hechos a mano y son insoportables. Y ya sabe: aplican restricciones, hay unos bichos raros que viven en la sobre abundancia, gracias a su esfuerzo, pero esos no son bien vistos.
Pero estábamos en que hoy es noche de Reyes. Antes era día de hacer la cartita y ponerla en un zapato (en la ventana… pa’l caso: a este menda nunca -NUNCA- le hicieron caso y le dejaban los uniformes de la escuela, por algo los detesta, a la fecha).
Pero, sea usted sincero ¿no le gustaría leer la cartita del Presidente?… ¿qué le pedirá a los Santos Reyes?… en primer lugar, terminar sus obras favoritas, que Dos Bocas refine aunque sea un barril de crudo, que el trenecito Maya tenga pasajeros aunque sean puros servidores de la nación, que Santa Lucía tenga vuelos aunque sean de avionetas fumigadoras, lo que sea pero poder pregonar un triple hit; en segundo primer lugar, que no vaya a pasar nada que reviente a doña Sheinbaum como sucesora designada; en tercer primer lugar, que Carlos Ahumada Kurtz, no ponga en las redes sus otros videos.
Después de esos tres deseos no negociables, ya lo demás le importa poco, él, tiene bastante con llegar a las elecciones del 2024 con el circo andando y para eso él confía en su maestría manejando otros datos. Lástima que -otro dicho-, “mucho mentir impide engañar”

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